La décimo novena Conferencia de las Partes de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP29) concluyó a primera hora del domingo en Bakú, capital de Azerbaiyán, con un resultado insuficiente. Se tomaron algunas decisiones que pueden calificarse como realidades. Si partimos de que serán cumplidas, algo se avanzará en la lucha para detener y adaptarnos a la crisis climática que cada vez nos envuelve con mayor rigor. Esto fue lo bueno. En cambio, también se acordaron una serie de promesas y exhortaciones que, a juzgar por su falta de concreción, se enmarcan en la categoría de los espejismos. Esto fue lo malo.
A ello hay que añadir, como una pésima señal, que, por segundo año consecutivo, la COP se celebró en un Estado petrolero con régimen autocrático. En el pasado, fue en los Emiratos Árabes Unidos, que había sido precedido por Egipto, también una dictadura con reducido compromiso ambiental.
A la conferencia asistieron miles de delegados de casi 200 países y territorios, representantes de empresas, centros académicos, activistas y organizaciones no gubernamentales. Fue bautizada como “la COP del financiamiento”, por el anunciado énfasis en las expectativas y discusiones sobre recursos para los países en desarrollo —en particular los más pobres y vulnerables— por parte de los ya desarrollados. El propósito es que se les ayude a realizar su transición hacia economías menos dependientes de energías fósiles y adaptar su infraestructura a los impactos climáticos.
El compromiso vigente, suscrito hace varios años y no siempre cumplido, es canalizar como mínimo $100.000 millones anuales para ese fin, mediante diversos esquemas financieros. La nueva pretensión de los receptores potenciales, claramente maximalista, era multiplicar esa promesa por 13, para llegar a $1,3 billones de aquí al 2035, una meta técnica y climáticamente justificada, pero poco realista. A partir de ese horizonte, o espejismo de inicio, comenzaron tensas negociaciones. La propuesta de elevar la cifra actual a $250.000 millones fue rechazada por el “sur global”. Finalmente, la conferencia concluyó con 36 horas de retraso y un compromiso de $300.000 millones.
Esta realidad, si se compara con la base, implica triplicar los recursos; un indudable avance. Sin embargo, está acompañada de un cierto espejismo, porque la totalidad de esa suma no necesariamente provendrá de los presupuestos oficiales bilaterales y de los organismos financieros multilaterales, sino también de “una amplia variedad de fuentes”, incluidas algunas “alternativas”, como posibles impuestos globales que deberán negociarse. Pero el espejismo mayor del documento final fue “asegurar los esfuerzos” para aumentar esa cifra a los $1,3 billones exigidos, responsabilidad de “todos los actores”. Difícil algo más indefinido. No en balde la beligerante delegada de la India, en el momento más crispado de la discusión, calificó la promesa como “una ilusión óptica”.
Al valorar esta parte de los resultados, sin duda insuficientes, es necesario tomar en cuenta las realidades económicas de los donantes desarrollados. También, una gran anomalía que aún las COP no corrigen: China, el principal contaminador y la segunda economía mundial, todavía se considera un “país en desarrollo”, y, como tal, está relevado de responsabilidades como aportador. A esto hay que añadir otra realidad: si bien los extremos climáticos causan efectos mucho más desastrosos en los países más pobres, algunos de los cuales incluso ven amenazada su existencia, el fenómeno es global y debe atacarse en todos los ámbitos.
Particularmente censurable, en este sentido, fue que, por presión de los países petroleros, ni siquiera se mencionara el compromiso adoptado en la COP28 para iniciar una “transición” desde los combustibles fósiles, principal origen del calentamiento global, hacia energías limpias. Sí hubo logros, aunque todavía no concretados, en definir los parámetros para el establecimiento de un mercado global de créditos de carbono; también, en mejorar los mecanismos para mayor transparencia al presentar informes climáticos.
Se avanzó, sin duda, pero muy por debajo del reto. La buena noticia es que, más allá de las COP, muchas otras iniciativas políticas (pocas), financieras (algunas) y técnicas (muchas más) han estado abriendo camino para reducir el avance del calentamiento. La salud climática del planeta este año —el más caluroso desde que se hacen mediciones— peor no podría ser, pero algunas expectativas de avance abren fisuras de esperanzas. La gran pregunta es si avanzarán con la velocidad necesaria para ganar la carrera a la catástrofe.