Mogarraz, ubicado en la Sierra de Francia, en Salamanca, es un diminuto pueblo cuya historia y arte lo han hecho un lugar único en España. Sus largas vías pavimentadas, enmarcadas por viviendas tradicionales y su atmósfera de tranquilidad, lo hacen parecer suspendido en el tiempo. Sin embargo, más allá de su encanto rural, Mogarraz ha logrado reconocimiento como "el pueblo de las mil caras", una denominación que esconde una intrigante historia.
El carácter distintivo de Mogarraz se originó a finales de la década de 1960, cuando el alcalde de aquel entonces, Alejandro Martín, optó por establecer un registro fotográfico de los residentes que seguían residiendo en la localidad. En un periodo caracterizado por la emigración hacia las urbes a causa de la industrialización, numerosas localidades como Mogarraz experimentaban una disminución en su población. Este documento cumplía una función práctica: asistir a los residentes en la formalización de su documento de identificación.
No obstante, este proyecto, creado para satisfacer una necesidad burocrática, se transformó décadas después en una obra de arte de la comunidad. Florencio Maíllo, un artista de la zona, extrajo las imágenes del archivo y las transformó en amplios retratos. Estas fotografías se colocaron en las fachadas de las viviendas donde residían sus antiguos dueños, proporcionando al pueblo un ambiente mágico.
Caminar por Mogarraz se asemeja a adentrarse en una exposición de arte al aire libre, donde las representaciones de los antiguos residentes se ven desde las paredes, rememorando la historia y los rostros de aquellos que alguna vez residieron en este sitio.
Además de su fama por sus retratos, Mogarraz mantiene costumbres ancestrales que lo vuelven aún más único. El pueblo, aislado por los extensos bosques que lo circundan, ha preservado costumbres como la elaboración de joyería artesanal, los bordados y los atuendos característicos de la zona.
Estas costumbres no solo se muestran en las festividades patronales, cuando los mogarreños embellecen sus balcones con estos atuendos y joyas, sino que también se pueden apreciar en La Casa de las Artesanías, el museo etnográfico de la localidad. Este lugar brinda un vistazo al pasado, exhibiendo las técnicas, relatos y ejemplares más emblemáticos de su abundante legado cultural.
Caminar por Mogarraz es una vivencia singular. Sus viviendas de sierra, edificadas con estructuras de madera, piedra y adobe, observan el transcurso del tiempo. Cada esquina del poblado promueve la reflexión, con elementos arquitectónicos que representan la vida en esta zona montañosa.
Las vías estrechas y rápidas llevan a plazas encantadoras y pequeños rincones que parecen extraídos de un pasado remoto. En cada rincón, los retratos de "las mil caras" acompañan al turista, vinculando el presente con el pasado y rememorando los relatos de aquellos que edificaron el pueblo.
Mogarraz es un sitio donde parece que el tiempo se ha detenido. Este diminuto poblado, alejado del ruido de las grandes urbes, brinda un santuario de tranquilidad para aquellos que desean desconectarse y apreciar la hermosura natural y cultural.
La tranquilidad de sus bosques, la veracidad de sus costumbres y la amabilidad de sus habitantes convierten a Mogarraz en un lugar inolvidable. Ya sea para explorar su pasado a través de los retratos de las fachadas, adquirir conocimientos sobre sus artesanías o simplemente recorrer sus calles, este pueblo salmantino es un tesoro que vale la pena ser recorrido.