Cuando quedó claro que el gabinete de seguridad israelí iba a aprobar el acuerdo de cese el fuego entre Israel y Hizbulá -la organización política y militar libanesa considerada terrorista por más de 20 países-, periodistas, políticos y ciudadanía en general en Israel tenían mucho qué decir sobre el asunto.
Para empezar, muchos miembros del Gobierno de coalición de Benjamin Netanyahu no se mostraban orgullosos del pacto que el primer ministro había empujado, con la mediación de Estados Unidos y Francia, principalmente porque contradice los principios de la derecha y no promueve la “victoria total” que han estado prometiendo desde el comienzo de la guerra en Gaza, y de pronto ha habido un cambio de tono, desde el gobierno se empezó a hablar de “soluciones pragmáticas” y de “las mejores alternativas dadas las circunstancias”.
Los alcaldes de las ciudades y pueblos del norte presentaron una oposición inmediata al plan, al que calificaron de “rendición”, puesto que a su parecer, solo aleja en el tiempo el problema que supone Hizbulá a las decenas de miles de habitantes de la región que se niegan a regresar a sus hogares. Tienen la certeza de que, como la organización proiraní comenzó a bombardear el norte de Israel el 8 de octubre de 2023 por simpatía con la causa de Hamás, que había atacado Israel el día anterior, volverá a hacerlo a la menor oportunidad.
Por su parte, la izquierda del espectro político israelí, liderada por Yair Golán, exgeneral y héroe del 7O, critica a Netanyahu la ausencia de acuerdo con Hamás y, tal y como ha sido capaz de negociar con Hizbulá en el frente norte, le exige que lo haga en Gaza también, teniendo en cuenta que allí hay 101 israelíes, vivos y muertos, en manos de la organización islamista terrorista que los secuestró el 7 de octubre.
Por la tormentosa respuesta de la ciudadanía israelí, no ha habido nadie del gobierno que instara a los habitantes del norte a volver a sus casas.
En Líbano, sin embargo, el presidente del parlamento, Nabih Berri, quien negoció la tregua en nombre de Hizbulá, sí animó a los ciudadanos desplazados a regresar a sus hogares, a pesar de las instrucciones oficiales del Ejército israelí y libanés para que quienes huyeron de las aldeas del sur del Líbano esperen hasta que las tropas se retiren.
“Regresen a su tierra y a su lugar de nacimiento”, insistió Berri en un discurso frente al parlamento libanés el día en que entró en vigor la tregua.
Tanto Netanyahu como miembros de su gobierno explicaron el martes por la noche que el pacto se llevó a cabo sobre todo por la fuerte presión ejercida por Washington, que incluiría la amenaza de aprobación de resoluciones antiisraelíes por parte del Consejo de Seguridad de la ONU sin un veto estadounidense, trato más favorable a los palestinos y retrasos en los envíos de armas.
Sin embargo, analistas locales dudan de que este argumento sea realmente relevante en la decisión de Netanyahu de cerrar el acuerdo y más bien lo tachan de gesto de ingratitud, uno más, para con la Administración de Joe Biden.
Netanyahu presentó el acuerdo con Hizbulá en su alocución a la nación como un alto el fuego temporal que sería puesto a prueba. Y que su duración dependerá de qué suceda en El Líbano. También envió el mensaje de que está ganando tiempo hasta que Donald Trump ocupe la Casa Blanca como presidente de EEUU, sugiriendo que éste le dará mayor libertad de acción a Israel en Líbano.
No se cree que Trump tenga ninguna inclinación a que esta guerra con Hizbulá se renueve bajo su mandato, dada la aversión del futuro presidente a involucrar a su país en guerras extranjeras.
Netanyahu volvió a argumentar en su explicación a los israelíes de por qué la tregua en el norte que era necesaria ahora diciendo que no solo para rearmarse y dejar descansar a las tropas y no solo por la presión estadounidense, sino también para centrar los esfuerzos en “la amenaza iraní”, y añadió “no voy a explayarme en esto ahora”.
Hizbulá comenzó a atacar a Israel sin ningún motivo aparente, más que la solidaridad con Hamás, e insistió a lo largo de 13 meses que no depondría las armas si no se llegaba a un acuerdo de paz en Gaza.
Y sin embargo, las ha depuesto, en principio, cuando la guerra en Gaza aún ruge. Separar los dos frentes parece ser un logro de Netanyahu, algo que no implementa en Gaza porque una porción importante de su G
obierno habla de asentamientos judíos en Gaza y celebra congresos al respecto, y si hubiera un acuerdo de paz, un retorno de los rehenes a cambio de una retirada de las tropas israelíes del enclave palestino, esos socios de coalición probablemente harían caer al gobierno.
Pero en la mañana del miércoles, tras el anuncio oficial de tregua, Hamás anunció por boca de un alto cargo que también está preparado para alcanzar un acuerdo de alto el fuego con Israel.
"Hamás aprecia el derecho de Líbano y Hizbulá a alcanzar un acuerdo que proteja al pueblo de Líbano, y esperamos que este acuerdo allane el camino para alcanzar un acuerdo que ponga fin a la guerra de genocidio contra nuestro pueblo en Gaza", dijo Sami Abu Zuhri
Más tarde el miércoles, el grupo dijo en un comunicado que estaba abierto a los esfuerzos para lograr un acuerdo en Gaza, reiterando sus condiciones: "Estamos comprometidos a cooperar con cualquier esfuerzo para alcanzar un alto el fuego en Gaza, y estamos interesados en poner fin a la agresión contra nuestro pueblo".
Agregó que un acuerdo debe poner fin a la guerra, retirar a las fuerzas israelíes de Gaza, devolver a los desplazados a sus hogares y lograr un acuerdo de intercambio de rehenes por prisioneros.