Nadie hablará de Ernest Urtasun cuando hayamos muerto y se arrastre nuestro último toro, pero todos recordarán a Curro Romero, aunque el ministro de la Descolonización lo tachara de una lista como ese otro antitaurino –de cuyo nombre no quiero acordarme– que emborronaba carteles de la Feria de Abril mientras se zampaba un chuletón en un mesón de Sevilla. Hay que ser mansamente torpe para llegar a la ciudad de la torería, esconderse en un burladero y vetar a las gentes del toro, a gentes que se visten por los pies, mientras el portavoz de Sumar se enfanga en el albero de la censura. Atrás queda la entrega de las Medallas de Bellas Artes como celebración de cultura, libertad y...
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