Hay fenómenos que desde la antigüedad escapan a nuestras entendederas. El yin, el yang, la materia, la antimateria, el acid-house, María Jesús Montero, las gabardinas para perros o la cerveza artesanal. De toda estas cosas se ocupa Íker Jiménez, cuya nave del misterio traduce las cosas más arcanas al idioma del pueblo –el que se salva a sí mismo, él solito, barriendo el lodo hacia el alcantarillado– en un ejercicio de pedagogía que hace a su público, si no más sabio, más libre para pensar por encima de sus posibilidades. Justo lo contrario de lo que hacen o intentan hacer Jiménez & Porter –vulgarizar el conocimiento o el desconocimiento, mero ejercicio didáctico– es a lo que nuestra televisión pública dedica...
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