El domingo 1 de diciembre a las 17:00 horas de Buenos Aires (13:00 en España), Juan Martín del Potro jugará un partido de tenis de exhibición contra Novak Djokovic que será una especie de despedida definitiva del argentino de las canchas. En realidad, es un homenaje a un tenista que lleva muchos años sufriendo una pesadilla con las lesiones que él mismo ha querido contar en un vídeo que colgó en su Instagram.
El gigante de Tandil llegó a ser el tres del mundo y plantó cara a todo el “Big 3”: tiene un 16-4 con Djokovic, aunque una de sus cuatro victorias fue en los Juegos de Río, por ejemplo; un 18-7 Federer, al que superó en la final del US Open 2009, el único Grand Slam que pudo conquistar, cortando la racha de cinco triunfos consecutivos del suizo en Nueva York; y un 11-6 con Nadal, siendo dos de sus triunfos en Grand Slams y otro en las semifinales de los Juegos de Río.
Su último partido fue en febrero de 2022, en Buenos Aires, en lo que suponía su regreso a las pistas tras estar parado desde 2019... Pero anunció que volvía para retirarse. “Cuando yo juego el último partido con Delbonis, al día siguiente me tomé un avión a Suiza y me volví a operar la rodilla. Fue mi quinta cirugía. A partir de ahí no hice públicas mis cirugías porque cuando la conferencia de prensa previa a mi partido con Federico yo digo que probablemente sea el último. Ahí encontré un poco de paz y acabé con lo de Delpo cuando volvés a jugar. Yo no podía más con el dolor de ka pierna. Esto [volver a operarse] lo tenía que hacer perfil bajo y si funcionaba, anunciar que vuelvo”, explica en su vídeo. Perdió el encuentro por 6-1 y 6-3 en un día muy emotivo, con su madre en la grada llorando en el que era, por cierto, el primer partido al que veía a su hijo en directo.
Del Potro sigue contando el infierno que vive. “Me operaron, estuvo ahí encerrado en un pueblo cerca de Basilea, haciendo rehabilitación, y no funcionó. A los dos meses y medio me dicen, 'nos quedó otra cosita, te vamos a volver a operar', la sexta; entre cirugía y cirugía probaba tratamientos, debo tener más de 100 inyecciones en la pierna y en la cadera y en la espalda, me infiltraron, me sacaron, me analizaron, me quemaron nervios, me bloquearon tendones. Un sufrimiento a diario”, describe.
“Cuando me operé la primera vez el médico me dijo: en tres meses vas a volver a jugar. Fue en 2019, en junio, y después de esa primera cirugía nunca más pude subir una escalera sin dolor. El viaje a Tandil que hago que son cuatro horas, tengo que pararme a mitad de camino y estirar las piernas, me duele muchas veces para dormir, cuando me giro de lado me despierto porque me pegan unos pinchazos que son muy feos. Viene siendo como una pesadilla sin final. A diario sigo insistiendo en buscar soluciones buscando médicos y alternativas y no lo encuentro. Pero sí, todo empezó en aquella primera cirugía y cada vez que lo pienso me da mucha angustia e impotencia”, desgrana.
El problema no es ya que no pueda jugar al tenis, es que le afecta en el día a día. “Mi vida cotidiana no es la que yo deseo, yo era un tipo muy activo al que le gustaba hacer deporte, no sólo el tenis, y de repente me invitan a jugar al fútbol y soy el que lleva el mate y se sienta afuera. Desde lo deportivo me quitaron la ilusión de hacer lo que siempre me gustó, que era jugar al tenis. No sólo estoy en la búsqueda de mejorar, sino que además padezco el día a día, yo me levanto y tomo entre seis y ocho pastillas, entre un protector gástrico, un antiinflamatorio, un analgésico, una para la ansiedad... Luego me dicen que baje el peso, pero la medicación me hace subir; luego, no comas azúcar y harina, pero ¿qué tiene que ver eso con mi rodilla, si yo pesaba 95 kilos y me dolía para subir la escalera? Y todas esas cosas que te enredan los médicos y gente que se te mete”, continúa.
“Una cosa son las piedras que pueden aparecer en el camino, las lesiones, y otra el dolor emocional. Yo me sentía muy poderoso para afrontar esas piedras, pero la rodilla siento que me ganó. Me operé ocho veces, con médicos por todo el mundo, gastando fortunas, en cada momento que me ponían la anestesia, sentía que iba a salir bien, y al cabo de dos o tres meses era llamar al médico y decirle, esto no funcionó estoy igual que siempre. Me metieron una aguja de 30 o 40 centímetros en el medio de fémur buscando bloquearme nervios, sin anestesia, porque el doctor tenía que saber si había hecho un buen bloqueo o no conforme a lo que yo sentía y me decía esta funcionó, pero me movía y... Me duele”, narra.
“'Ponete una prótesis y dejá de joder', dicen unos. Y yo me digo: 'Qué me garantiza la prótesis'. Vas a tener calidad de vida. Perfecto, es lo que busco, yo ya no busco más, correr o jugar al tenis, pero viene otro y te dice: 'No, no hagas caso que eres muy joven para prótesis, espera hasta los 50, y yo, desde los 31 no corro, no subo una escalera, no puedo patear una pelota, no pude jugar más al tenis, qué voy a tener, 15 años más de mi vida así para que a los 50 me ponen la prótesis para vivir más o menos bien a los 60. Estos son los escenarios, decididlo vos, me dicen si el médico sos vos y hace tiempo tenía claro que tenía esta lesión y tenía que hacer esto, ¿por qué ahora tengo que decidir yo? Pero bueno, estoy metido en esa”, concluye Del Potro.