El domingo expira el plazo para crear un tratado legalmente vinculante que pare la acumulación masiva de basura en el medio ambiente, y los países discuten en Corea del Sur cómo recortar la producción, cómo eliminar los objetos efímeros y qué hacer con los microplásticos
Un informe muestra cómo los fabricantes de plástico han engañado sobre las posibilidades reales del reciclaje
Los países tienen una semana para crear un tratado que detenga la inundación de desechos a base de plásticos esparcidos masivamente por el mundo. Un “instrumento internacional legalmente vinculante”, se llama; es decir, obligatorio. El plazo de los trabajos del Comité Internacional Negociador expira, teóricamente, el próximo domingo.
Puede parecer que la basura de plástico es una montaña de vasos, botellas y platos tirados de cualquier manera, pero el problema es todavía mucho mayor: la contaminación de los polímeros abarca todo un proceso que arranca con la extracción de petróleo, continúa con una producción del material bruto a ritmo galopante, sigue con los aditivos tóxicos o los microplásticos además de la infinidad de objetos de usar y tirar. El problema se prolonga en vertederos que filtran plástico y la incapacidad de reciclar el volumen de desechos que se genera.
Todo ese ciclo cristaliza en las desembocaduras fluviales taponadas por basura, las islas kilométricas de plásticos flotantes en el mar y un porcentaje: el 3,4% de todas las emisiones mundiales de CO2.
El tratado debe tener en cuenta la evidencia científica, que incluya una reducción en la producción de plásticos primarios y que considere las sustancias químicas asociadas a los plásticos
Las negociaciones entre países tienen lugar en Busán (República de Corea). “Estas primeras 12 horas dejan mucha incertidumbre de hacia dónde vamos”, cuenta desde las salas de la convención la investigadora del Instituto de Investigación Marina de la Universidad de Cádiz, Carmen Morales Caselles. La científica pide que el tratado “tenga en cuenta la evidencia científica, que incluya una reducción en la producción de plásticos primarios y que considere las sustancias químicas asociadas a los plásticos”. También encuentra esencial sumar “el principio de prevención y precaución además al de 'quien contamina paga'”.
El problema se ha generado porque, básicamente, el mundo se ha vuelto adicto al plástico. “El consumo se ha cuadriplicado en los últimos 30 años”, según los cálculos de la OCDE. Eso ha hecho que la producción de plástico se doblara desde 2000 hasta colocarse en los 460 millones de toneladas. “La producción de polímeros básicos –el plástico en bruto para fabricar la mayoría de productos– están en el corazón de las discusiones”, analiza un informe del Centro para la Ciencia y el Medio Ambiente (CSE).
Entre 19 y 23 millones de toneladas de desechos plásticos terminan cada año en los ecosistemas acuáticos: ríos, humedales, lagos y mares a ONU. Al ritmo actual, ese volumen se triplicaría en 2060
La Unión Europea apuesta incluso por “no mantener los subsidios a esta producción”. Mientras Rusia lidera un grupo de países –bautizado como Coalición Global por la Sostenibilidad del Plástico– que no quiere hablar de reducir sino de “producir y consumir sosteniblemente”. En la alianza están Cuba, Uganda, Irak, Kazajistán, Qatar, Arabia Saudí, Barhein, Emiratos Árabes Unidos, Venezuela o Egipto.
“Limitar la producción amenaza los ingresos de la industria petrolera”, aclara el documento del CSE, y muchos de estos estados son productores de petróleo. Los analistas de Bloomberg NEF calculan que los petroquímicos necesarios para fabricar plástico “van camino de convertirse en uno de los principales generadores de demanda de petróleo”. El volumen de este hidrocarburo para esos productos “puede doblarse de aquí a 2050”.
Pero no queda ahí la cosa. El volumen mastodóntico de producción plástica deriva en una cantidad gigante de desperdicios. “Entre 19 y 23 millones de toneladas de desechos plásticos terminan cada año en los ecosistemas acuáticos: ríos, humedales, lagos y mares”, aseveran los cálculos de la ONU. “Desde 1950, se han generado aproximadamente 6.900 millones de toneladas de basura de plásticos primarios”. Tres cuartas partes han acabado en vertederos incontrolados o el medio ambiente. Al ritmo actual, ese volumen se triplicaría en 2060.
Una reciente investigación recalculó la cantidad de basura plástica que los humanos tiran al medio ambiente por sus múltiples cauces. No fue una revisión de matiz: los científicos aseguran que se vierte el doble de lo que se pensaba lo que situó la cifra en 50 millones de toneladas anuales.
La contaminación no solo viene por los polímeros. Los plásticos llevan añadidos en su producción una variedad de compuestos químicos tóxicos y persistentes. Las conversaciones de Busán pretenden abordar este foco de peligro, según el texto con el que están trabajando las delegaciones. Morales Caselles recuerda que “solo una pequeña parte de las sustancias químicas del plástico están reguladas por los actuales acuerdos multilaterales sobre medio ambiente”.
De igual manera, el tratado debe acometer, según las cuestiones preacordadas por los países, la cuestión de los microplásticos: partículas minúsculas que pueden ser los trozos en los que se descomponen objetos más grandes o fragmentos añadidos a otros productos. Su tamaño hace que puedan ser ingeridos por humanos y animales. El efecto en los organismos sigue en estudio. Los microplásticos son tan ubicuos que ya han colonizado la Antártida.
El laberinto de desechos plásticos continúa. Los utensilios de usar tirar son una cara muy visible de la cuestión. Más de 120 países ya tienen impuestos específicos o prohibiciones para estos objetos, pero “no han sido suficiente para reducir la contaminación”, aclaran los analistas de la OCDE. La Unión Europea (y España) han ido avanzando en este terreno poniendo tasas a las bolsas de plástico; vetando los cubiertos o pajitas y poniendo fecha de final a los botes unidsosis de salsas o champú. Los gobiernos en Busán han pedido “directrices claras” sobre qué objetos deben ser los que se abandonen –si se acuerda efectivamente abandonarlos–.
Demanda astronómica, producción creciente y grandes cantidades de desechos componen una tríada que vuelve inmanejable la basura generada. Y el reciclaje no sirve para solventar esa ecuación. De hecho, a nivel global, solo se recicla correctamente un 9% de los desechos plásticos. Y más de un 20% se gestiona deficientemente. Eso significa que la mayoría de la basura contamina el medio.
Un tratado débil es un tratado fallido. Necesitamos un acuerdo ambicioso y legalmente vinculante para cortar la producción y acabar con los plásticos de un solo uso
En una operación que calca la llevada a cabo por las empresas petroleras sobre el cambio climático, los propios fabricantes de plástico han sabido durante décadas que reciclar no era la solución. Una investigación del Center for Climate Integrity de este año halló los documentos internos de las compañías que demostraban cómo los fabricantes han engañado sobre las posibilidades reales del reciclaje. Presentar esa falsa solución global ha permitido incentivar la producción y, por lo tanto, la venta de plástico.
“Un tratado débil es un tratado fallido”, resume en el comienzo de las conversaciones el jefe de la delegación enviada por Greenpeace a observar la negociación, Graham Forbes. “Necesitamos un acuerdo ambicioso y legalmente vinculante para cortar la producción y acabar con los plásticos de un solo uso”, remata.