La citación de Juan Lobato por el magistrado de la Sala Segunda del Supremo que investiga al fiscal general del Estado es la consecuencia normal de la exclusiva que ayer ofreció ABC a sus lectores. Una semana después del registro del despacho de Álvaro García Ortiz –en quien la UCO ve una «participación preeminente» en este caso, en el que cada vez aparecen involucradas más personas del círculo de La Moncloa– Lobato acudió a un notario de Madrid para dejar constancia de la cadena de mensajes cruzados en marzo pasado con la jefa de gabinete de Óscar López, a su vez jefe de Gabinete de Pedro Sánchez. Tales mensajes se referían a los correos remitidos por el abogado de la pareja de Díaz Ayuso a la Fiscalía para abrir una negociación sobre posibles delitos fiscales y a su utilización política por Lobato en una sesión de control parlamentario a la presidenta de Madrid. La versión que ayer dio Lobato en diversos medios, además de no ser cierta, resulta inverosímil. No es cierta porque se reunió con los redactores de ABC responsables de la información y la confirmó en los mismos extremos en los que luego fue publicada. Y es inverosímil porque nadie acude a un notario a hacer manifestaciones si no es por una preocupación grave por su propia responsabilidad. De todas formas, Lobato va a tener la mejor ocasión para aclarar los hechos, porque este mismo viernes, mientras Sevilla recibe a los delegados del Congreso Federal del PSOE, está citado como testigo ante la Sala Segunda, a la que debe presentar el acta notarial. Y tan malo es mentir a dos periodistas que actúan con rigor y lealtad profesional como mentir a un magistrado del Tribunal Supremo. Juan Lobato ha elegido la peor opción, que es la de montar una ficción en torno a unos hechos que van a ser cotejados con un acta notarial. Habría podido salir de este trance como un político honesto, pero puede que acabe como uno más de la trama de mentiras y falacias tejida para hacer frente a los escándalos que cercan La Moncloa. Lobato sabe que cuando la jefa de gabinete de Óscar López se pone en contacto con él ningún medio había publicado el documento con la negociación entre el abogado de González Amador y la Fiscalía. Había noticias sobre su contenido, pero nadie había difundido aún el documento. Lobato también sabe que su interlocutora, Pilar Sánchez Acera, era, ante todo, la jefa de gabinete de Óscar López, y que este era entonces jefe de Gabinete de Pedro Sánchez. Si Lobato pretende hacer creer al Supremo que Pilar Sánchez Acera intervino por iniciativa propia y como asesora suya en la filtración de un documento que solo la Fiscalía General tenía en su poder, el líder madrileño tiene en baja estima la inteligencia de los instructores del Alto Tribunal. La lógica de los acontecimientos apunta directamente a Óscar López, como superior de Sánchez Acera, y a Pedro Sánchez, como superior de Óscar López. ¿Por qué Lobato, si solo quería conservar la conversación, fue a un notario y no se limitó a unas simples fotocopias de los mensajes? ¿Por qué acudió a un notario él solo y no con Pilar Sánchez Acera, quien habría reforzado su idílica versión? ¿Por qué no ha publicado a estas horas ese acta notarial , si con ella pretendía demostrar que La Moncloa y la Fiscalía no habían filtrado nada? ¿Por qué ni La Moncloa ni el PSOE sabían que Lobato había hecho este acta notarial? ¿Por qué no la ha remitido al fiscal general para que este la use en su defensa? ¿Por qué presumió que la investigación al fiscal García Ortiz hacía necesario que firmara ese acta notarial? Mejor que dar manotazos a la verdad, a Lobato le conviene no mentir más.