«Soy Juan Martínez . Hace muchos años era un mocito chulapo de pañuelo de seda al cuello. Bailarín, hijo de bailarín, granujilla madrileño nacido en Burgos y castizo. Me había casado con Sole y nos fuimos a París de Francia. Le enseñé a bailar aquel flamenco litúrgico con bata de cola y enagua almidonada. Ella bailaba mejor una jota trepidante de aldea celtíbera, cuyo sprint final le arrebolaba las mejillas tersas y le hacía palpitar los pechos, muy levantados y oprimidos por el alto corsé de ballenas. Bajo la rúbrica imperial de 'Los Martínez' nos ganábamos la vida bailando por los cabarets de Montmartre entre 'maquereaux', apaches, pederastas, traficantes de 'neige', policías que les chantajeaban y honestos y sencillos ladrones»....
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