El líder norcoreano, Kim Jong Un, ha tomado una decisión táctica de gran calado al designar al general de tres estrellas Kim Yong Bok para comandar las tropas de élite recientemente desplegadas en Rusia, algunas de las cuales ya se encuentran operativas en el frente de la región de Kursk. Con una trayectoria de liderazgo consolidada y un reciente ascenso a subjefe del Estado Mayor del Ejército Popular de Corea (EPC), este alto rango forma parte de un círculo selecto en la alta jerarquía militar. Este grupo no solo goza de acceso privilegiado a la familia Kim, sino que también ha hecho un solemne juramento de lealtad inquebrantable, dispuesto a sacrificar incluso su vida en defensa del régimen.
El críptico general, cuya edad permanece en el misterio, sigue al mando de las Fuerzas de Operaciones Especiales (SOF) en el Estado Mayor del Ejército Popular de Corea. Su constante presencia junto al dictador durante las visitas a las instalaciones de entrenamiento de estas unidades, que se estima albergan a al menos 150.000 efectivos, ha atraído una considerable atención. Estas tropas se especializan en maniobras de infiltración, lo que en el pasado llevó a analistas a especular que sus capacidades estaban orientadas hacia misiones contra Seúl. Sin embargo, la realidad ha emergido de manera contundente: estas fuerzas se han estado preparando para su despliegue en Ucrania.
Según los informes de los medios estatales norcoreanos, las SOF han enfocado su entrenamiento en la ejecución de incursiones en entornos urbanos, desembarcos de paracaidistas e infiltraciones anfibias y terrestres en bases militares adversarias. Estas maniobras reflejan un compromiso con tácticas sofisticadas, alineadas con la doctrina militar norcoreana, que enfatiza la guerra asimétrica como medio para contrarrestar las ventajas tecnológicas de sus oponentes. Las biografías, a menudo fragmentarias y cuidadosamente cuidadas, recopiladas por diversos servicios de inteligencia extranjeros, revelan que Yong Bok fue ascendido a comandante de las SOF en 2014, un momento crucial que se produjo dos años después de que Kim Jong Un asumiera el liderazgo supremo.
Mientras tanto, se ha informado que un general norcoreano podría haber resultado herido en un ataque ucraniano con misiles en la región de Kursk, según el «Wall Street Journal», que cita a funcionarios occidentales anónimos. El miércoles, Ucrania lanzó al menos diez misiles «Storm Shadow», proporcionados por Reino Unido, dirigidos a la finca de Maryino, situada a aproximadamente 32 kilómetros de las líneas del frente. Este complejo, que albergaba un puesto de mando del Ejército ruso y un centro de comunicaciones, se convirtió en el objetivo de un asalto en el que estarían presentes altos mandos norcoreanos.
Un mes tras informarse sobre el despliegue de efectivos norcoreanos en territorio ruso, EE UU y Corea del Sur han corroborado la participación de estas tropas en combates en la región de Kursk, en el contexto de la contraofensiva del Kremlin. Se estima que Pyongyang ha contribuido con aproximadamente 10.000 soldados a la fuerza total de 50.000 que opera en esa área, habiéndo observado que los militares infiltrados portaban uniformes rusos durante los enfrentamientos.
Hasta el momento, Corea del Norte ha contextualizado su implicación en el conflicto en el marco de su Tratado de Asociaciones Estratégicas Integrales, ratificado recientemente. De acuerdo con este pacto, Kim puede ofrecer asistencia a Moscú en la defensa contra agresiones externas, lo que justifica su alineación con las tropas rusas para contrarrestar la ocupación ucraniana de territorio ruso, en lugar de participar en los combates en el frente ucraniano.
Corea del Norte alberga un imponente ejército convencional, conformado por 1,3 millones de soldados activos y 7,6 millones en reserva, cifra que representa cerca de un tercio de su población total. A pesar de que los militares norcoreanos poseen una considerable experiencia, dado que el servicio militar es obligatorio y se extiende entre ocho y diez años, la evaluación precisa de sus capacidades operativas se presenta como un desafío. Esta incógnita se debe en gran medida al aislamiento del régimen hermético, a las rigurosas condiciones de vida que enfrentan los soldados y a la obsolescencia de sus sistemas de armamento, muchos de los cuales datan de la era soviética.
Así pues, el Reino Ermitaño percibe los recientes acontecimientos en Ucrania como una oportunidad estratégica para practicar la guerra moderna contra fuerzas armadas provistas por Occidente, sin asumir los riesgos de un conflicto directo en la península coreana. Este escenario no solo le permite afinar sus capacidades operativas, sino que también le ofrece la posibilidad de evaluar la eficacia de su arsenal, que incluye misiles balísticos y sistemas de artillería, en un campo de batalla que simula las dinámicas de futuros enfrentamientos.
Los efectivos norcoreanos están en condiciones de adquirir experiencia en un campo de batalla cada vez más letal, caracterizado por la proliferación de drones de reconocimiento y ataque, así como por la integración de municiones merodeadoras de visión en primera persona (FPV) en ambos bandos. Según el Servicio Nacional de Inteligencia surcoreano, Pyongyang está interesado en aprender a pilotar aeronaves no tripuladas e integrar estas operaciones en sus maniobras.
Asimismo, los soldados norcoreanos podrán formarse en guerra electrónica, contramedidas contra drones y técnicas de interferencia GPS. La evaluación del Departamento de Inteligencia de Defensa indica que la potencia nuclear reconoce la relevancia crítica de las operaciones cibernéticas para interrumpir el mando y control enemigo, aunque su capacidad para implementar tales tácticas ha sido limitada, restringiéndose principalmente al uso de bloqueadores de GPS cerca de la zona desmilitarizada. Esta experiencia en un entorno operativo real podría potenciar sus capacidades estratégicas.