Noviembre deja en tierras del Duero un halo de tristeza, la luz difusa de la niebla y el perfume callejero de las castañas asadas, que son bendición cuando llega el crudo invierno mesetario. Pero este noviembre avanza calentito; apetece tirar de la manta –incluso de una manta zamorana, las más abrigadas– para dejar en cueros a quienes visten el traje del emperador, aunque somos muchos quienes lo vemos en pelota picada. Este noviembre viene con aroma a palomitas de maíz recién hechas, olor a cine de infancia y el estreno en cartelera de El Pequeño Ruiseñor, que no es un revival de Joselito, aquel niño cantor que emocionaba con su voz a nuestros padres en sus folletines enternecedores. Un Pequeño...
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