Ruedan por ahí varias encuestas que no sólo acreditan que la gente lee, en general, sino que incluso lee poesía, en particular. Yo más bien recelo del dato. Primero, porque no sé a qué llama el gentío lectura, si a un pliego de Platón o a una pantalla de Tinder. Y porque tampoco sé a qué llama ese mismo gentío poesía, si a una ocurrencia en corto de internet o a una estrofa de Gonzalo Rojas. Sospecho que los datos optimistas de estas encuestas, que concretan un cincuenta por ciento de lectores habituales, al mes, los sonoros datos alegres, digo, son fruto de una alta permisividad a propósito de qué experiencia es exactamente una lectura, si un paseo por Instagram,...
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