El temporal de la DANA que asoló Valencia y sus alrededores ha dejado una huella imborrable, no solo en esta comunidad, también en todo el país. Desafortunadamente muchas de las consecuencias serán más persistentes que otras. Y pueden provocar nuevos problemas. Y es que, a medida que las aguas retroceden, surge una nueva amenaza: el riesgo de una crisis de salud pública.
El gobierno valenciano ha dado la voz de alarma, advirtiendo de «una posible epidemia» ya que las aguas estancadas y contaminadas crean un caldo de cultivo para bacterias y virus. No es extraño, por lo tanto, que voluntarios y residentes estén recibiendo vacunas contra el tétanos, por ejemplo y que se haya solicitado al Ministerio de Sanidad un equipo de epidemiólogos para evaluar la situación.
De acuerdo con el informe sobre inundaciones y enfermedades transmisibles realizado en conjunto por la OMS y la Comisión Europea, las inundaciones pueden provocar indirectamente un aumento de las enfermedades. «Las aguas estancadas causadas por fuertes lluvias o el desbordamiento de los ríos pueden actuar como criaderos de mosquitos y, por lo tanto, aumentar la posibilidad de exposición de la población afectada por el desastre y de los trabajadores de emergencia a infecciones como el dengue, la malaria y la fiebre del Nilo Occidental». De hecho, ayer se supo que aumentan a tres los casos de leptospirosis confirmados.
Si bien las inundaciones pueden eliminar inicialmente los criaderos de mosquitos, la realidad destaca el informe, es que estos vuelven a aparecer cuando las aguas retroceden. El lapso que manejan los expertos para que esto ocurra es de unas seis a ocho semanas. Y esto lo hacen en base a eventos previos. «Las epidemias de malaria tras inundaciones son un fenómeno bien conocido en las zonas endémicas de malaria de todo el mundo» –explica el informe–. «Por ejemplo, un terremoto y las posteriores inundaciones en la región atlántica de Costa Rica en 1991 y las inundaciones en la República Dominicana en 2004 dieron lugar a brotes de malaria» También se mencionan las inundaciones provocadas en distintas regiones por el fenómeno El Niño (malaria, pero también dengue) o la fiebre del Nilo Occidental que habría resurgido en Europa tras las fuertes lluvias e inundaciones, con brotes en Rumania en 1996-97, en la República Checa en 1997 y en Italia en 1998.
Las inundaciones de la DANA vivida están derivando a un riesgo de desarrollo de enfermedades epidémicas de distinta índole. Durante estos días son muchos los comunicados por especialistas que exponen este hecho pero, antes de llegar a este escenario de posibles contagios epidémicos se debe priorizar la sanidad ambiental como medida preventiva antes de un posible escenario de riesgo en la Salud Pública.
Esto es lo que nos explica Borja Garrido, doctor en Ingeniería Química y especialista en tratamiento de aguas e higiene industrial. En conversación telefónica, este experto indica que es prioritario retomar el «ciclo habitual del agua urbano para minimizar los factores de riesgo que fomentan las distintas enfermedades nombradas. Los patógenos poseen habitualmente un crecimiento exponencial en el tiempo, el cual se ve favorecido por otros factores, principalmente el tiempo de residencia del agua estancada en las zonas públicas/viviendas, temperatura ambiental y contaminación cruzada y-o vectorial».
Uno de los aspectos que destaca Garrido a la hora de evaluar el futuro de las aguas tiene que ver con el tiempo. Ahora mismo las aguas están comenzando a retroceder, pero no lo hacen en todas partes por igual y es obvio que todo el sistema está saturado. «Se debe considerar que la existencia de redes de saneamiento de aguas residuales anuladas/inutilizables han fomentado la diseminación tanto de aguas residuales como de los patógenos contenidos, incluso considerando una baja proporción de estas aguas frente a la de la riada, el riesgo de contaminación y diseminación de nuevos focos es extremo» –añade Garrido–. «El desarrollo, presencia y diseminación de patógenos se ve favorecido por el movimiento manual de lodos, incrementando con ello la exposición de la población».
Esto hace que el suministro de agua potable y la rehabilitación de las redes de saneamiento se conviertan en una prioridad… en la medida de lo posible. El riesgo de enfermedades se amplía dependiendo del tratamiento y la efectividad de estos pasos. Garrido menciona la leptospirosis, la hepatitis A, o incluso cólera por contaminación de aguas de consumo humano son patógenos que pueden estar «presentes en aguas residuales en depuradoras en condiciones normales, patógenos estudiados y que hemos identificado en diversas investigaciones en este tipo de entornos» –añade este experto–. «Si su existencia en depuradoras es probable y habitual, la aparición de éstos en la catástrofe supondrá un riesgo inminente si no se recupera el ciclo del agua en las poblaciones a la mayor brevedad posible».
Así, junto al sistema de saneamiento, también se debe hacer hincapié en la retirada de enseres en vía pública y basuras generadas estos días para reducir los vectores de transmisión. Fomentar la ventilación en horas de mayor radiación en espacios cerrados reducirá el riesgo de entornos húmedos y afecciones respiratorias posibles por hongos y otro tipo de atmósferas comprometedoras.
Otro riesgo importante es el suministro de agua en cisternas. Asegurar la potabilidad del agua de éstas, minimizando la exposición solar y el posible incremento de temperatura asociado, junto con un sencillo control de cloro, permitirán disponer de un agua potable y un proceso de suministro controlado. «Desinfectar el punto de toma y renovar botellas por parte de los ciudadanos es vital para evitar infecciones directas» –afirma Garrido–, «en este sentido un mínimo contenido de lodo contaminado en boquillas de cisternas o botellas de transporte puede implicar una contaminación inminente por patógenos».
Una de las estrategias más efectivas en este sentido, y a lo largo del tiempo, ha demostrado ser tener especial precaución en aquellos espacios confinados repletos de agua. La existencia de químicos de distinta índole en zonas industriales, como fábricas o polígonos, «puede favorecer el aumento de la presión de vapor de contaminantes en la fase de inspección y exponer a los ciudadanos/profesionales a valores límites ambientales (VLA) críticos documentados en bibliografía y legislación, más aún tras días de estancamiento. El acceso a estas zonas por personal no especializado puede acarrear graves daños personales».
En cuanto a medidas cotidianas y para todas las personas que vivan en las zonas afectadas, los expertos recomiendan fomentar el lavado de manos, la higiene personal en general y reducir al máximo el contacto con cara, mucosas y heridas. También, dada la cantidad de voluntarios, se deberían facilitar urinarios químicos móviles estratégicamente colocados que ayudan a reducir el riesgo biológico en la vía pública.