Pocas horas después del triunfo electoral del ahora presidente electo Donald Trump, Maduro se apresuró a felicitarlo y pedirle cacao, es decir, un “resetting” de las relaciones entre Estados Unidos y el régimen. La idea sobre la que se basa este cambio de actitud de la política norteamericana que pretende Maduro sería que Trump es un negociador nato, un hombre que hace negocios y acuerdos pragmáticos. Trump ha prometido deportar inmigrantes ilegales de Estados Unidos, empezando por los criminales, entre ellos los venezolanos. Maduro los aceptaría a cambio de que Trump lo deje tranquilo y se olvide de él. Los aduladores y opinadores de oficio que viven de buscar normalizar el régimen se desataron con un coro de apoyo a esta tesis.
Esta pequeña burbuja narrativa duró lo que un suspiro. Nada. Muy pronto todas las especulaciones fueron clarificadas con los nombramientos y nominaciones que hizo Trump de su equipo de política exterior y de seguridad. Como secretario de Estado está postulado el senador Marco Rubio, y como asesor de Seguridad Nacional ha sido nombrado el representante Michael Waltz. Ambos han mantenido desde el Congreso de Estados Unidos una clara y larga trayectoria de denuncia contra el régimen y de apoyo al movimiento democrático de Venezuela, encabezado por María Corina Machado. Ambos han reconocido la victoria de Edmundo González Urrutia y rechazado el fraude electoral intentado por Maduro. Ambos han manifestado en reiteradas ocasiones su alarma ante el terrorismo de Estado del régimen y ante la ola represiva desatada después de las elecciones presidenciales del 28 de julio. Ambos han apoyado sanciones contra el régimen para aumentar los costos de aferrarse al poder. Ambos son exponentes de una línea política clara que le niega a Maduro cualquier forma de normalización de su régimen de facto.
La decisión de Trump de parar el flujo migratorio ilegal a Estados Unidos se cumplirá, en lo que se refiere a los venezolanos, cuando Maduro salga de Miraflores. Mientras Maduro siga aferrado al poder, los venezolanos no tienen esperanza en el futuro. La emigración seguirá. Es por eso que el nombramiento de Rubio y Waltz envía un mensaje sobre la política de la nueva administración, donde el parar la emigración ilegal y ayudar a sacar a Maduro del poder son la misma cosa.
Adicionalmente a estos nombramientos ejecutivos claves, el Congreso de Estados Unidos acaba de enviar otra señal al régimen. La aprobación por parte de la Cámara de Representantes de la Ley Bolivar. Esta ley impide a las empresas que trabajan con el régimen contratar con el Gobierno Federal de Estados Unidos. El autor principal de esta ley es precisamente Michael Waltz, el nuevo asesor de Seguridad Nacional de Trump. La nueva ley debe ser aprobada ahora por el Senado y firmada por el presidente para entrar en vigencia, pero la señal política que ha enviado refuerza la de los nombramientos: no habrá margen para normalizar un régimen de facto como lo pretende Maduro.
Adicionalmente, esta semana igualmente, el gobierno del presidente Biden ha dado una vuelta de tuerca adicional en la presión que ejerce sobre el régimen. En declaración del secretario de Estado Blinken, Estados Unidos reconoce de ahora en adelante a Edmundo González Urrutia como presidente electo de Venezuela. Estados Unidos ya había reconocido que Edmundo ganó las elecciones sin lugar a duda. Sin embargo, el abstenerse de reconocerlo como presidente electo mantenía en algunos opinadores de oficio y apoyadores del régimen la esperanza de que eventualmente, si Maduro seguía aferrado al poder, habría algún margen para negociar la normalización del régimen más adelante. Se acabó también esta ilusión. En rápida sucesión después de la declaración de Blinken, se pronunciaron Italia y Ecuador, uniéndose al reconocimiento anterior ya hecho por Panamá. Al momento de escribir este artículo se espera que otros países europeos y latinoamericanos se pronuncien en los próximos días declarando su reconocimiento igualmente de Edmundo como presidente electo. Esta ola de reconocimientos oficiales se une al Parlamento Europeo, al Español y a otros congresos europeos y latinoamericanos que ya habían avanzado este reconocimiento en semanas anteriores.
El mundo se la ha puesto chiquito a Maduro y a su régimen. Cada día la esperanza de aferrarse al poder y salirse con la suya es menor. Cada día la fuerza del pueblo venezolano que rechaza masivamente al régimen y desea el cambio es mayor. Cada día la amplia coalición internacional que apoya el renacer de la democracia en Venezuela está más decidida y firme. Al régimen desgastado y dividido le queda una sola salida: negociar con el gobierno electo un traspaso del poder ordenado y pacífico, pidiendo las garantías que requiera para esto. Se van. No tienen otra opción.
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