El exitoso escritor valenciano relató durante una conferencia en el Senado cómo vivió los tres días más duros de la tragedia en una de las localidades más afectadas por el temporal y denuncia la indefensión que sintieron en ese tiempo en el que no recibieron ninguna ayuda
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El escritor Santiago Posteguillo, durante una conferencia que estaba impartiendo en el Senado sobre Hispania, contó su experiencia sobre la DANA del pasado 29 de octubre, que le pilló en Paiporta a apenas 50 metros del fatídico barranco del Poyo: “Estaba revisando esta conferencia a las 18.40 del 29 octubre, y me interrumpe mi pareja porque su hermana dice que subamos a la terraza, a 50 metros del barranco del Poyo, que se está desbordando, y no ha llovido en Paiporta, y nadie ha avisado”.
Tal y como relata, tiene el coche aparcado junto a la estación de metro: “Tomo una decisión que probablemente mucha gente tomó; salir a cambiar el coche de sitio”. Bajan seis pisos y cuando salen a la calle hay una lámina “de un palmo de agua” que cubre toda la plaza: “Eso es raro en tan poco tiempo”. Así mismo, explica que unos vecinos les indicaron que no parecía una buena idea que salieran a cambiar el vehículo de sitio: “Tomamos la decisión de no cambiar el coche de sitio”.
“El coche lo encontré cuatro días después a un kilómetro de donde lo había aparcado, pero eso es lo de menos; lo impresionante es que en trece minutos había un torrente brutal de dos metros de agua sin control arrastrando ramas, árboles, coches... todo”, relata Posteguillo, quien reseña que la riada se llevó por delante una nave industrial que había enfrente del edificio en el que se encontraban. De esta construcción se llevó la puerta del portal, todo el muro de la fachada, la pared con el local de al lado, el local contiguo...: “Yo tuve miedo por la estructura del edificio, seis horas sin parar de torrentera”.
“Nos acostamos sin luz ni agua -prosigue-, pensando que, lógicamente, al amanecer estaría la Guardia Civil, el Ejército, los bomberos... Pero al amanecer no había nadie. Sí, había el cadáver, en mitad de la plaza, de una joven china a la que yo recuerdo haberle comprado en su bar alguna vez y con la que algunas sonrisas he intercambiado; y al lado su madre, velando el cadáver”. “No vino nadie en todo un día”, subraya: “Los coches estaban volcados, todo lleno de barro, silencio, miedo... Cae la noche, no viene nadie; hay saqueos; amanece, no viene nadie, no hay nadie... solo han retirado el cadáver un poco más adentro, en un bajo que han podido vaciar los vecinos”.
“¿Cómo puede ser que en 48 horas no venga nadie?”, se pregunta: “¿Alguien me lo puede explicar? En España, en el siglo XXI”. El escritor nacido en la localidad valenciana de Puçol apunta que realizó algunas llamadas, “calculando la reserva de la batería del móvil y recargando el teléfono con el ordenador que utilizo para escribir la novela, porque no había luz”: “Hay que pensarse muy bien las llamadas, así que hice una llamada al Ejército. No puedo decir lo que me dijeron, solo que cuando colgué le dije a mi pareja 'hemos de salir de aquí por nuestros medios'”.
“Al tercer amanecer en el que no había nadie, en el que empezaron a llegar voluntarios, cogí lo que coge un escritor en una zona devastada, el ordenador donde escribo la novela; mis notas de la tercera novela de César; mi pareja también lo mismo, un poco de ropa... Y arrastramos aquella maleta kilómetros y kilómetros por un espectáculo de devastación como no he visto en la vida, como no creo que la gente se imagine; viendo gente que como había una manguera había hecho cola con cubos para coger agua, cadáveres que todavía no habían podido retirar, coches volcados, todos los edificios destrozados... Hasta llegar andando a València, donde tengo un piso”.
“No se pueden imaginar lo que está pasando esa gente; no pueden concebir el nivel y la sensación que tiene la gente en todas esas poblaciones -Paiporta, Algemesí, Catarroja, Alfafar...- porque no se está llevando la ayuda institucional que hace falta, porque el pueblo con palas no puede”, indica Posteguillo, quien recuerda que ya hay casos de enfermedades infecciosas porque no se están limpiando las calles con la velocidad necesaria. “Por favor, en la pequeña o gran influencia que ustedes puedan tener, luchen porque esto no sea así”, ruega el exitoso autor valenciano: “Ha sido muy cruel no avisar, pero es aún más cruel no ayudar con la energía que hace falta”.
Posteguillo, que se reconoce un privilegiado por su situación personal, apunta que hay mucha gente mayor que vivía en plantas bajas “que no puede o no sabe rellenar la documentación que hay que rellenar”. “¿Cuánto tiempo tiene que esperar esa gente las ayudas?”, se pregunta, e insiste, “¿cómo se puede ser desde las instituciones tan miserables? No tienen ni idea de lo que está pasando la gente”.
Concluye el escritor experto en la historia romana rememorando cómo los políticos se apuñalaban entre ellos y se mataban en el siglo primero de nuestra era, “y ahora voy a hacer una generalización que creo que es injusta; la sensación que hay en todas las poblaciones de las que yo vengo es que los políticos del siglo XXI apuñalan al pueblo”, y acaba recordando a Machado para decir: “La sensación que hay es que las dos Españas nos están helando el corazón”.