Esta es una crónica que tenía todas las papeletas para no haberse escrito. Los astros se alineaban en contra. Las cuarenta personas que el jueves por la tarde viajábamos a La Coruña para visitar la exposición de Irving Penn (incluidos periodistas extranjeros) veíamos incrédulos cómo a medio metro de la pista del aeropuerto de la ciudad, el avión alzaba el vuelo y se dirigía de nuevo a Madrid. Al parecer, un temporal con fuertes rachas de viento y alerta naranja desaconsejaba el aterrizaje. De vuelta en Barajas, y aún con el susto en el cuerpo de la accidentada ida y vuelta, segundo intento. La opción, coger un tren desde Chamartín. A estas alturas había ya dos docenas de deserciones. Una...
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