La frontera entre Paiporta y Picaña la componen unas vías de tren melifluas, dalinianas. Un operario se esfuerza en cortarlas con una espada de luz de acetileno. Los camiones militares levantan una nube de polvo rojo y tóxico que otorga al conjunto un cierto aire apocalíptico e iraquí, y parece que al fondo ardieran pozos petrolíferos. Junto a las vías, sentados en una escalera, charlan un punki y un legionario. He reparado en ellos al aparcar mi 'Princesa Ana,' una de esas motos británicas con las que puedes acercarte a las carreras de Ascot o a cubrir unas inundaciones. Cuando se fueron los 'influencers', se quedó en Paiporta un resto de gente áspera y determinada, tipos y tipas duros como...
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