Mi momento de paz llega a la noche, en un coreano de Moncloa, por donde hay un gato sonriente y un televisor con cine clásico en modo 'mute'. Curiosa mezcla. Me aparco con la mochila, y las miasmas y las jindamas de la España actual 'me se olvidan'. Es mi despacho, al modo y la forma de un mafiosillo de los de Scorsese en Little Italy . El otro día hice que me convidara allí, en ese oasis kitsch y decadente, José Peláez. Peláez, maestro de la prosa descubierta para gozo del mundo después de los 25, buen amigo, llegó antes. Le preguntó al dueño, que chapurrea mal a conciencia el español, si conocía a un tal Jesús. «Uno con...
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