El 19 de noviembre pasado se cumplió el aniversario del balotaje entre Sergio Massa y Javier Milei que catapultó a este último a la presidencia de la Argentina. El conocido pensador y matemático Nassim Taleb utiliza el concepto de cisne negro para describir eventos raros y de alto impacto que son explicados y justificados a posteriori pero que casi nadie pudo predecir con anticipación.
¿Cómo no definir la llegada de Milei al poder como un cisne negro? Y aclaro que no me estoy refiriendo a encuestas, encuestadores y pronósticos en los momentos previos a la elección, sino a que pocos imaginaban en la navidad del 2022 que un outsider, que se hizo famoso a la luz de los set y los paneles de la televisión, iba a lograr unos meses más tarde vencer a dos maquinarias electorales tan poderosas como el peronismo y la fuerza que lo había derrotado en reiteradas ocasiones, Juntos por el Cambio.
Para Taleb un cisne negro es inesperado, disruptivo y tiene consecuencias profundas. Desde su asunción, el nuevo Presidente reorganizó el tablero de la política argentina. Y no justamente porque cerró la grieta que separó a los argentinos durante los últimos quince años. Por el contrario, creó una nueva, en la que Milei es el eje que separa a quienes lo sostienen de sus detractores. Como todos sabemos, abrir una grieta tiene sus riesgos. El principal, quedar del lado del sector minoritario. Pero veamos qué ocurrió de noviembre del 2023 hasta hoy.
Los caprichos del calendario invitan a hacer un balance de su inicio de gestión. ¿Cómo le fue, hasta acá, al experimento libertario? ¿Cumplió el Gobierno con las expectativas trazadas durante la campaña electoral? Distintos indicadores parecen sugerir que, medido en sus propios términos, Milei tiene más para festejar que para lamentarse por sus primeros 365 días de mandato.
Analicemos, en primer lugar, qué dicen las encuestas. A pesar de haber hecho una devaluación inicial brusca y de haber llevado adelante "el ajuste fiscal más grande de la historia", una mayoría social muestra signos de confianza y acompañamiento con el rumbo general planteado desde el 10 de diciembre. Según datos de Opina Argentina, para el 55% tiene sentido estratégico el esfuerzo social hecho a raíz del ajuste planteado por Milei. La sociedad, o mejor dicho, la base electoral libertaria, confía en el Gobierno y ofrece señales de tolerancia social frente a las dificultades económicas.
Esto se traduce, además, en la evolución de la popularidad presidencial. Milei arrancó su presidencia con un 55% de aprobación. Tras la luna de miel ante la opinión pública, su imagen descendió ligeramente pero se mantuvo estable por encima del 50%. En el bimestre agosto-septiembre, el Gobierno vivió su momento más complejo en el poder. El doble conflicto con las universidades y los jubilados, en los que el oficialismo debió negarles recursos a dos sectores especialmente castigados por los recortes, hizo mella en las credenciales de imagen del Presidente.
En octubre, la popularidad de Milei se estacionó en 46%, abriendo interrogantes sobre un posible cambio en el humor de la sociedad. Sin embargo, el malestar fue pasajero. Para noviembre, la imagen positiva del Presidente volvió a subir (se ubica en 49%) y tanto la evaluación de la gestión nacional como las áreas específicas de gobierno registraron una suba en la aprobación. Pero especialmente lo que se recompuso fueron las expectativas en relación a la economía. Todos los indicadores volvieron a valores similares a los de inicio de la gestión.
Fuera del tablero de la opinión pública, el Gobierno también concluye su primer año victorioso. En el Congreso, el oficialismo logró pasar una mega-ley (la ley Bases) y desde entonces se dedicó a blindar su programa a fuerza de decretos de necesidad y urgencia y vetos. En la calle, La Libertad Avanza (LLA) cumplió con su promesa electoral de orden público: más allá de cierta tensión con algunos sectores gremiales, el conflicto social se mantuvo notablemente bajo control en un contexto de ajuste y el Gobierno hizo gala con bastante eficacia de su protocolo anti-piquetes.
En el frente económico, si bien la actividad productiva está todavía rezagada en relación al año anterior, los mercados reaccionan favorablemente ante el programa económico, la inflación -una de las grandes banderas de LLA- muestra una tendencia bajista y los salarios -al menos los del sector privado- empiezan a recuperar posiciones perdidas.
¿Qué pasará el año que viene con las elecciones legislativas? Hay dos grandes interrogantes para seguir de cerca. El primero refiere a la relación LLA-Pro. ¿Irán las fuerzas de Milei y Mauricio Macri en alianza o se presentarán divididas? La decisión impactará, sobre todo, en Buenos Aires y CABA, dos distritos clave para interpretar los resultados. La segunda incógnita recae sobre el peronismo: ¿cómo se procesará la creciente interna entre Cristina Kirchner y Axel Kicillof? ¿Irá el peronismo bonaerense unido o dividido? Un axioma de la política sugiere que a mayor fragmentación de la oposición, mejores son las perspectivas del Gobierno.
Si estas condiciones económicas, sociales y políticas se mantienen constantes, de cara al 2025 emergen dos posibles escenarios. En el escenario más optimista para el Gobierno, LLA se impone, aunque sea por un voto, en la Provincia de Buenos Aires y queda como la fuerza más votada a nivel nacional. Eso le significaría ganancias en las dos Cámaras y un aval de la sociedad para profundizar el sendero de reformas de mercado.
En el escenario pesimista para el Gobierno, el peronismo logra abroquelarse y vencer en provincia de Buenos Aires, posiblemente bajo el liderazgo de Cristina Kirchner, e independientemente de que en el acumulado nacional LLA pueda quedar en primer lugar. En este marco, los mercados empiezan a dudar sobre la sostenibilidad en el tiempo de las reformas de Milei, lo que trae ruido en el frente financiero y termina afectando el rumbo general de la economía.
Entre el escenario optimista y pesimista para el Gobierno, está claro, pueden darse una serie de combinaciones. Incluso la posibilidad de que las condiciones actuales empeoren, abriendo espacio a escenarios más pesimistas. La política argentina es vertiginosa, el humor social es volátil y la tarea de gobernar el país, sumamente compleja. Hasta aquí, sin embargo, Milei parece tener más para celebrar que para lamentarse.