Como en la catástrofe de Valencia fallaron todos, la solución consiste en que no se vaya nadie. Ni Mazón, ni Ribera, ni Marlaska, ni mucho menos Sánchez. Ni un modesto presidente de confederación hidrográfica ni un funcionario de segunda clase; éste es el concepto que rige en la élite dirigente española respecto a la asunción de responsabilidades. La autocrítica se le hace al adversario que por defecto, por el hecho de serlo, se convierte en culpable. Aquello de que la mejor defensa es un buen ataque. Y el resultado es que ningún alto cargo relevante va a dejar de serlo por no haber estado a la altura en los momentos clave de antes, durante y después de aquella maldita tarde....
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