Ucrania disparó este miércoles, por primera vez, misiles británicos de alto alcance contra objetivos militares en Rusia, lo que muestra un importante paso hacia adelante por parte de los aliados en Occidente contra el Kremlin. Doce de misiles Storm Shadow fueron disparados hacia Kursk, una región fronteriza parcialmente controlada por las fuerzas ucranianas, alrededor de las 15:00 hora local de ayer, según medios rusos. Londres sigue así la estela del presidente Joe Biden, quien el pasado domingo levantó la prohibición al uso de misiles estadounidenses de largo alcance por parte del ejército de Ucrania para atacar posiciones estratégicas dentro de territorio ruso.
Al cierre de esta edición, Downing Street no había realizado comentarios al respecto. El Gobierno de Keir Starmer permanece cauto. No quiere involucrar a Reino Unido directamente en la guerra y tampoco quiere crear tensiones con el presidente electo Donald Trump, quien ha prometido acabar con el conflicto en “24 horas” cuando se mude en enero a la Casa Blanca. Pero el apoyo de Londres a Kyiv con los Storm Shadow es más que obvio.
El ministro de Defensa británico, John Healey, compareció ayer en la Cámara de los Comunes y aunque no quiso confirmar las noticias apuntó que “la acción de Ucrania en el campo de batalla habla por sí sola”. Healey, que habló con su homólogo ucraniano el martes sobre dar una “respuesta contundente” a la reciente escalada de Rusia, matizó que “en este momento” no podía “entrar en más detalles operativos”.
Por su parte, durante su participación en el G20 en Brasil, el primer ministro británico señaló el martes que Kyiv debía tener “lo que necesita” para poder ganar la guerra contra Moscú.
Desde hace tiempo, Kyiv lleva disparando armas de fabricación occidental en defensa propia dentro de Ucrania. Pero el presidente ucraniano Volodimir Zelenski demandaba a los aliados poder utilizarlas contra objetivos en Rusia. Londres y París llevan tiempo dispuestos a ello. Pero tanto los Storm Shadow británico como los Scalp franceses dependen de la tecnología estadounidense para alcanzar sus objetivos. Por lo tanto, no podían mover ficha sin el consentimiento de Washington. Pero una vez que el domingo Biden dio luz verde para utilizar los misiles norteamericanos ATACMS, todo apuntaba a que Reino Unido iba a ser el siguiente en actuar.
El martes, el primero de los misiles de fabricación estadounidense alcanzó un depósito de municiones en la región de Bryansk. Los funcionarios estadounidenses dijeron que Ucrania había disparado ocho de los misiles, que tienen un alcance de 300 kilómetros, y que solo dos habían sido interceptados. El Ministerio de Defensa de Rusia afirmó que se habían disparado seis y que cinco habían sido interceptados. El ejército ucraniano dijo que el ataque, a 100 kilómetros de la frontera cerca de la ciudad de Karachev, había provocado 12 explosiones secundarias.
En respuesta a estos movimiento, el Kremlin ha elevado el tono aprobando cambios a su doctrina nuclear para establecer que cualquier ataque de un estado no nuclear que cuente con el apoyo de una potencia nuclear será tratado como un ataque conjunto contra Rusia.. “Esto es, por supuesto, una señal de que quieren intensificar la situación”, dijo Serguéi Lavrov, ministro de Asuntos Exteriores ruso. “Tomaremos esto como una fase cualitativamente nueva de la guerra occidental contra Rusia. Y reaccionaremos en consecuencia”, añadió.
Ante el incremento de la tensión, la embajada estadounidense en Kyiv cerró ayer temporalmente ante la posibilidad de un ataque aéreo inminente contra la capital del país. Por su parte, otras embajadas en Kiev, incluidas las de Reino Unido, España, Italia y Grecia, pidieron a su personal que trabajara de forma remota. Al cierre de esta edición, fuentes de inteligencia ucranianas informaron del movimiento de bombarderos estratégicos rusos desde la base aérea de Olenya, lo que sugiere preparativos para un ataque aéreo.