El invierno nos está respirando en la nuca, y para nadie es un secreto que la pobreza energética causa que, para muchas personas, mantener su hogar cálido sin tener que pagar facturas de calefacción excesivas sea imposible. Lograr el equilibrio entre comodidad y ahorro puede parecer complicado, pero con algunas estrategias se pueden reducir considerablemente los gastos sin comprometer el bienestar en casa.
En términos generales, la mayoría de expertos recomiendan mantener el termostato entre 18 y 20 grados durante el día y bajar a unos 16-18 grados por la noche, especialmente si se cuenta con ropa de cama adecuada y se utilizan materiales que retienen el calor. Sin embargo, una temperatura ligeramente más baja, acompañada de algunas prácticas de conservación de calor, puede ser suficiente para la mayoría de los hogares, y esto ayuda a disminuir el consumo de energía y las facturas.
Mantener la calefacción en torno a los 19 grados durante el día y bajarla a 16-17 grados por la noche suele ser una estrategia eficiente para muchos hogares. Esta temperatura permite que la casa se mantenga confortable sin sobrecalentar los espacios, lo cual no solo reduce el gasto, sino que también evita problemas de salud relacionados con ambientes demasiado cálidos, como la resequedad de la piel y las vías respiratorias.
Además, los estudios indican que el cuerpo humano es capaz de adaptarse a diferentes niveles de temperatura si el cambio se hace gradualmente. Por ello, es posible acostumbrarse a vivir en entornos ligeramente más fríos sin notar una diferencia importante en el confort, siempre que se acompañe de ropa adecuada y materiales térmicos en el hogar.
Además de ajustar la calefacción a niveles razonables, existen algunas prácticas que permiten aprovechar al máximo el calor en invierno sin necesidad de encender la calefacción constantemente. Por ejemplo, una ventilación adecuada, aunque pueda parecer contradictoria en invierno, es clave para mantener una buena temperatura en casa. Abrir las ventanas de cinco a diez minutos renueva el aire, evitando la acumulación de humedad.
Las cortinas gruesas o con propiedades térmicas son una excelente manera de reducir la pérdida de calor. Durante el día, conviene abrirlas para aprovechar la luz y el calor solar que entra en las habitaciones, pero al caer la noche es recomendable cerrarlas, creando una barrera entre el vidrio de las ventanas y el interior de la habitación. También se puede considerar la calefacción zonificada instalando termostatos individuales.
Otro truco es instalar paneles de aluminio detrás de los radiadores. Estos paneles funcionan como reflectores de calor, dirigiéndolo hacia el interior de la habitación en lugar de dejar que se pierda a través de la pared. Finalmente, muchas familias optan por usar burletes en puertas y ventanas. Se trata de pequeñas tiras adhesivas que se colocan en los marcos para sellar las corrientes de aire frío que pueden entrar desde el exterior.