En Estados Unidos los presidentes en ejercicio son favoritos para la reelección pero la victoria de Donald Trump confirma que esta premisa va perdiendo fuerza y algunos candidatos se benefician del voto de castigo, como en otros países.
Republicanos y demócratas alternan el control de la Casa Blanca por cuarto mandato consecutivo, un nivel de volatilidad entre los partidos no visto en el país desde finales del siglo XIX.
El voto de castigo golpea no solo en Estados Unidos, sino en otras democracias importantes, y afecta tanto a la izquierda como a la derecha.
El Partido Laborista británico desterró al gobierno conservador en julio, el ultraliberal Javier Milei triunfó en Argentina y las formaciones en el poder perdieron terreno este año en países como India, Japón, Sudáfrica y Corea del Sur.
Hay excepciones, como Claudia Sheinbaum en México, elegida presidenta en junio.
Bajo la presidencia saliente del demócrata Joe Biden, el crecimiento económico de Estados Unidos ha superado al del mundo desarrollado, a pesar de la alta inflación, y el país no tiene tropas en combate activo, factores que llevaron a los expertos a predecir la victoria de la vicepresidenta Kamala Harris.
La portavoz de la Casa Blanca, Karine Jean-Pierre, lo destacó al explicar la derrota y mencionó los efectos secundarios de la pandemia de covid-19.
"Lo que vimos hace dos noches no fue inusual en comparación con lo que hemos visto en los gobiernos en todo el mundo en el escenario global", dijo el jueves.
El latigazo tiene efectos de gran alcance en la política y la diplomacia estadounidense.
Se espera que Trump vuelva a retirar a Estados Unidos de los compromisos internacionales sobre el cambio climático y adopte un enfoque más duro con los aliados europeos.
Además podría desbaratar el legado demócrata sobre la atención médica y el medio ambiente.
Trump ganó a pesar de no haber alcanzado nunca el 50% de aprobación en su mandato de 2017-2021, la primera vez en las encuestas de Gallup desde que se empezó a medir después de la Segunda Guerra Mundial.
Biden disfrutó de un apoyo mayoritario solo al comienzo del mandato y la aprobación fue cayendo después de la caótica retirada de agosto de 2021 de Afganistán, incluso cuando la pandemia remitía.
Las estadísticas económicas, por supuesto, no reflejan lo que piensa el votante de a pie y hay que tomar en consideración aspectos más abstractos como el carisma personal de los candidatos.
John V. Kane, experto de la Universidad de Nueva York, hace hincapié en que hay menos votantes fáciles de convencer que en el siglo XX, cuando los presidentes a veces ganaban por 10 o 20 puntos porcentuales.
Los votantes todavía "tienden a pensar que los presidentes deberían tener dos mandatos siempre que las condiciones económicas, sociales e internacionales sean bastante normales", dijo.
El problema es que los últimos cinco años no han sido normales.
La pandemia y el posterior shock económico en 2020 pudieron ser decisivos.
"Los votantes indecisos pueden no conocer las mejores políticas, si es que hay alguna, para solucionar la situación, pero una cosa de la que pueden estar seguros es que quieren que la situación cambie", según Kane.
Todd Belt, un politólogo de la Universidad George Washington, señaló el covid-19 y la inflación, pero también algunos medios de comunicación partidistas que consultan exclusivamente algunos votantes.
"Hay muchas cosas en el mundo que están fuera del control del presidente, pero el presidente tiene que asumir el crédito o la culpa por todas ellas", resume Belt.
"Hemos llegado a una especie de aspecto péndulo de la democracia, porque la gente presta mucha más atención a lo que está sucediendo ahora, y la paciencia de la gente se ha reducido para con el partido en el poder", añade.
Kane cree que en tiempos estables los presidentes salientes seguirán siendo favoritos.
"Pero si la 'nueva normalidad' para la economía de Estados Unidos es un crecimiento mediocre, precios altos, etc., entonces los votantes indecisos pueden muy bien seguir probando suerte con el otro partido cada cuatro años", concluye.
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