Una de las especulaciones que corren entre oficiales gubernamentales israelíes es que Joe Biden es muy capaz de tomar medidas drásticas durante sus últimos dos meses y medio en el cargo para poner fin rápidamente a las guerras. Esto incluiría decisiones que hasta ahora ha evitado, como no proteger a Israel en foros internacionales o frenar el suministro de armas de las que tanto depende. Sospechan esto desde que el mes pasado los secretarios de Defensa, Lloyd Austin, y de Estado, Antony Blinken, advirtieron de que si Israel no mejoraba significativamente las entregas de ayuda humanitaria a la Franja de Gaza en un plazo de 30 días, el apoyo estadounidense podría detenerse, incluido el flujo de armas.
Este plazo termina la semana después de las elecciones y la ayuda que llega a Gaza aún no ha aumentado significativamente. Debido a la presión estadounidense, el «premier», Benjamin Netanyahu, ordenó que se permitiera la entrada de más camiones de ayuda a la franja en las últimas semanas, especialmente al norte. Aun así, diplomáticos y trabajadores de ONG en el terreno dicen que no es suficiente. No entran los 400 camiones diarios que exigió EE UU.
Mientras tanto, el Parlamento israelí aprobó dos proyectos de ley que van a ralentizar el trabajo de la agencia de refugiados palestinos de la ONU, la Unrwa, que desempeña un papel clave en la distribución de ayuda humanitaria en Gaza, y cuyo objetivo último es cancelar su actividad del todo.
Existe la sospecha de que Israel está intentando una expulsión masiva de la población palestina del norte de la Franja de Gaza. La Administración Biden se ha pronunciado abiertamente contra el llamado Plan de los Generales promovido en los últimos meses por un general retirado, Guiora Eiland. Según el mismo, se haría pasar hambre a la población del norte de Gaza en un intento de obligarla a trasladarse al sur y presionar así a Hamás para que libere a los rehenes. La preocupación, en Israel y fuera, es que ese plan realmente se esté implementando, primero, y segundo, que en realidad el objetivo último sea reasentar israelíes en Gaza.
Si bien Trump ha manifestado su voluntad y ha asegurado su capacidad de terminar las guerras, también dijo a lo largo de los últimos meses que «hay que dejar a Netanyahu que termine el trabajo». Su postura con respecto a Gaza y Hamás es más indiferente que con respecto a Líbano y Hizbulá. Tal vez porque trataba de congraciarse con el electorado libanés cuando dijo hace poco que había que detener ese segundo frente. No hay certezas.
La coalición de gobierno, y Netanyahu a su frente, no ocultaron su preferencia por Trump quien, ellos entienden, dará más libertad de acción a Israel, a pesar de los eslóganes. Sin embargo, no saben quién dirigirá su política en Oriente Medio. El embajador de EE UU en Israel durante la Administración Trump, David Friedman, publicó recientemente un libro en el que pide una anexión oficial israelí de Cisjordania.
Por su parte, Jared Kushner, yerno de Trump y quien coordinó la firma de los Acuerdos de Abraham, publicó en septiembre un artículo en X en el que expresaba su apoyo a la continuación de las guerras, tanto en Gaza como en Líbano, y la esperanza de un golpe significativo de Israel contra Irán.
Mientras, un escuadrón adicional de aviones de combate estadounidenses F-15E estaba de camino a Israel antes del esperado ataque a Irán. Los sitios de seguimiento de vuelos confirmaban que los aviones se dirigían a Jordania. Según el diario «Haaretz», al menos 12 aviones se sumarán a los ya desplegados en la zona. Así, Estados Unidos sigue enviando fuerzas a Oriente Medio mientras Irán continua asegurando que llevará a cabo su contraataque. No ha habido ningún anuncio oficial del ejército estadounidense.
La respuesta de Irán se espera como contraataque a un ping pong que comenzó después de que Israel atacara a principios de abril o un edificio consular iraní en Damasco y matara a varios miembros de la Guardia Revolucionaria Iraní. Entonces Teherán lanzó su primer ataque directo contra Israel con unos 350 proyectiles que, en su mayoría, fueron destruidos por Israel y una alianza internacional que incluye países árabes. Israel respondió con un ataque «limitado» a un sistema de defensa antimisiles al que Irán decidió no responder. Después, en julio, Israel mató a un alto comandante de Hizbulá en un ataque aéreo sobre Beirut. Al día siguiente, el jefe político de Hamás, Ismail Haniya, murió en una explosión en Teherán.