En el DC a las 8pm hora del este, cuando los horarios de votación ya habían concluido, en los locales de Kamala Harris se disponían a comer para reponer fuerzas después de una jornada de trabajo pero no había alegría. Como si presagiaran la tormenta de votos que sobrevendría, los artículos de marketing electoral dormían en los estantes, a la espera de una euforia que no se verificó.
La sorpresa fue contundente. Donald Trump empezó ganando en los distritos "testigos" señalados por los expertos como la clave para anticipar la elección, como dos del estado de Virginia y otro en el estado de Carolina del Norte, sino que algunas plazas que se inclinaban para los demócratas en la previa, como el estado de Pennsylvania, arrancó con una victoria para los azules pero a medida que llegaban los votos del interior del estado el resultado se fue transformando a favor de los rojos, que en sus respectivos bunkers ya no ocultaban los festejos que se contenían antes de la elección.
Los republicanos estaban preparados para salir a la lucha en la noche de una elección donde esperaban fraude, pero con el transcurrir del escrutinio ya se animaban a festejar.
Trump se había propuesto ganar no solo en el Colegio Electoral, sino también en el voto popular. Pocos creyeron que eso fuera posible, pero lo logró, y con una diferencia de votos inapelable del orden de los 5 millones de votos frente a Kamala Harris, que dejó inermes a los demócratas, que veían cómo los republicanos salían de sus bunkers a festejar o a participar en el acto que hizo Trump en Mar-a-Lago, en Florida.
Aunque recién empiezan los análisis, la nueva estrategia de los republicanos en torno al electorado latino está en la base del triunfo. Trump continuó con su fuerte mensaje antiinmigración, pero buscó dejar claro que no tiene ningún prejuicio contra los latinos que ya viven, trabajan y tienen descendencia de los Estados Unidos. Apunta contra los que quieren ingresar en el país en forma ilegal en los últimos tiempos, cuando la sensación de pérdida de empleo y caída de ingresos se instala en las grandes mayorías de la población.
Los republicanos evitaron así que el voto latino se fuera en masa con los demócratas, como venía sucediendo, ya que el miedo a ser expulsados se frenó, al tiempo que lograron consolidar su apego a los valores conservadores que tan bien representan Trump y sus seguidores.
Quien tampoco parece haber dormido durante el recuento de votos fue el presidente argentino, Javier Milei, que a las 5 de la mañana (hora argentina) posteó sus felicitaciones por lo que juzgó una "formidable victoria electoral". A quien conoció personalmente en un evento conservador realizado en Maryland, le aseguró que "sabe que puede contar con Argentina para llevar a cabo su tarea". Y finalizó con un empático "éxito y bendiciones".
Ayer, en Casa Rosada, trascendió la posibilidad de que Milei viaje a los Estados Unidos para saludar a Trump por su triunfo, en una previa a su asunción que recién se concretará en enero. Es que entre los libertarios argentinos se vive la victoria del líder de Make America Great Again (MAGA) como propia y están convencidos de que los disgustos de nuestro país en su relación con el país del norte terminarán con su llegada a la Casa Rosada.
Incluso, hay quienes especulan que la promesa de volcarse hacia China con la que había "amenazado" el Presidente en los últimos tiempos, ya no se concretará en los términos amistosos que llegaron a imaginarse en el Gobierno.
Trump inicia, ahora sí, una nueva era en los Estados Unidos. Ya lo había anticipado en su mandato anterior, fuertemente resistido por los demócratas. Pero ahora no tiene contrapesos. El Senado, presumiblemente la Cámara de Representantes y la Corte Suprema está en manos conservadoras. Y la opinión pública, claramente dividida. Están los que pasaron la noche festejando y los que temen el ascenso de un gobierno de características netamente autoritarias.
