Un estudio de la Universidad de Barcelona, publicado en la revista Nutrients, reveló que las alteraciones en los horarios de comida durante los fines de semana, conocidas como eating jet lag, favorecen el aumento de peso. Este desfase, originado por la variación en las rutinas alimentarias entre los días laborales y los fines de semana, afecta el índice de masa corporal (IMC) y provoca un incremento de este.
El eating jet lag se compara con el jet lag social, término que describe la desincronización entre los horarios de sueño y vigilia durante la semana laboral y los días libres. Durante los días laborales, las personas suelen seguir un horario rígido por las obligaciones de trabajo o estudio, mientras que los fines de semana son más flexibles. Esta diferencia no solo altera los patrones de sueño, sino también los horarios de alimentación.
Fernanda Zerón-Rugerio, investigadora principal del estudio, subrayó que los horarios de comida juegan un papel crucial en la regulación de los relojes biológicos periféricos del cuerpo, como los del hígado y el tejido adiposo. Estos relojes, sincronizados por el principal reloj biológico en el hipotálamo, están programados para gestionar la energía y los nutrientes de manera eficiente, siempre que las comidas se realicen en horarios regulares.
El impacto del eating jet lag en la obesidad se debe a que los horarios irregulares de alimentación alteran la forma en que el cuerpo maneja los nutrientes. Comer tarde, por ejemplo, se ha vinculado con un aumento en la circunferencia de la cintura y una mayor resistencia a la insulina, lo que a largo plazo contribuye al almacenamiento de grasa en el cuerpo.
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Uno de los hallazgos más importantes del estudio es que el desayuno es la comida más relevante del día desde el punto de vista cronobiológico. Este alimento activa el metabolismo y pone en marcha los mecanismos de procesamiento de energía en el hígado y el tejido adiposo, convirtiéndolo en un momento clave para mantener un peso saludable.
El estudio concluyó que las personas con horarios de comida irregulares, especialmente durante los fines de semana, tienden a tener un IMC más alto en comparación con aquellas que mantienen un horario regular. Esta irregularidad, junto con una falta de sueño adecuado, genera un “caos metabólico” que contribuye al aumento de peso.
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Los expertos aconsejan seguir un horario de comidas lo más regular posible, con un margen de una hora de flexibilidad. Además, se recomienda evitar cenar tarde y mantener un estilo de vida activo, preferiblemente con una dieta mediterránea, para mitigar los efectos negativos del eating jet lag.