Una investigación arqueológica en Guadix y las series históricas de lluvias torrenciales en Huelva ayudan a dibujar las diferencias y las similitudes entre episodios climáticos severos del pasado que tuvieron efectos debastadores como los sucedidos en Valencia
El Gobierno andaluz restringe “al máximo” el envío de alertas masivas ante emergencias “para que sea efectivo”
La historia deja huellas. No solo deja huellas en forma de monumentos o a través de la cultura que se lega, sino en entornos naturales que sirven como testigos de periodos climáticos que otorgan enseñanzas para hoy. La DANA (Depresión Aislada en Niveles Altos) ocurrida en Valencia o los episodios de lluvias torrenciales que se están dando por toda España se pueden estudiar mirando al pasado. Una investigación en Guadix (Granada) y las series históricas de crecidas fluviales en Huelva permiten dibujar un mapa andaluz que explique las DANAS del futuro. Con una conclusión que se repite: las tormentas son cada vez más intensas y los efectos más severos por la acción del hombre.
Andrés Díez-Herrero, técnico del Instituto Geológico y Minero de España (IGME), lideró entre 2018 y 2021 una investigación en las excavaciones arqueológicas del Teatro Romano de Guadix, en Granada, que permite hablar de la existencia de un “archivo climático” que desvela episodios de lluvias torrenciales desde el siglo I con las condiciones climáticas que afectaban en ese momento a Andalucía oriental y por extensión a parte del Levante. Un archivo climático que, en palabras del especialista, no sólo dejó huellas físicas, sino conclusiones científicas que obligan a repensar el urbanismo.
La investigación, publicada en la revista científica Global and Planetary Change, permite trazar paralelismos y diferencias entre las DANAS del pasado y las que ocurren ahora. A través de dataciones de radiocaborno (C-14) y mediante una técnica de luminiscencia estimulada ópticamente (OSL), el equipo liderado por Díez-Herrero estudió los sedimentos que hay en los restos arqueológicos en distintas capas, pudiendo determinar episodios climáticos severos sobre todo en el siglo I y durante la Edad Media.
En ambos momentos, si se compara con la actualidad, había un denominador común: el calentamiento global. Según el investigador, “la vegetación encontrada entonces es la habitual en la zona del Mediterráneo semiárido, que es la común tanto en Andalucía oriental como en buena parte del Levante”. Por eso, se puede concluir que el clima era similar en época romana, en la Edad Media y en la actualidad, había periodos de calentamiento pero no era tan notable como ahora, explican los científicos. No es lo único en lo que se parecen todos estos periodos, según lo datado, sino que la acción humana también contribuyó a que los efectos de las lluvias torrenciales fuesen más severos.
Esto se ha podido comprobar al ver los restos que se han encontrado en las distintas capas analizadas entre los años 2018 y 2021. De acuerdo con la investigación científica, las DANAS “arrastraron más sedimentos que agua”, lo que sugiere, según Díez-Herrero, investigador del IGME, que los humanos de estas tres épocas han construido en zonas que se podían inundar en periodos de alto riesgo de lluvias torrenciales. Lo llamativo es que la ubicación del Teatro Romano de Guadix no se encuentra entre las zonas calificadas como inundables por lo que, según los científicos, conviene revisar los mapas.
“Se deben revisar los mapas para saber dónde ubicar sobre todo edificaciones clave como hospitales o estaciones de bomberos”, puntualiza Andrés Díez-Herrero. Actualmente, el periodo de retorno que se suele utilizar para construir es el de los episodios climáticos de los últimos 500 años, pero las diferentes investigaciones sugieren actualizar este espacio de tiempo y adecuarlo a la realidad que vivimos. “Estos periodos de retorno se miden teniendo en cuenta las inundaciones con aguas limpias, de los ríos, pero no con aguas sucias, procedentes de arroyos, barrancos o zonas que se pueden indundar en caso de lluvias torrenciales”.
Mientras que la investigación de los restos romanos de Guadix sugieren que la adaptación humana al entorno ha tenido una fuerte repercusión en el clima de la zona, las lluvias torrenciales que ocurren en Andalucía occidental tienen otras peculiaridades históricas. Juan Antonio Morales, geólogo de la Universidad de Huelva, ha estudiado durante años los ciclos fluviales de los ríos Guadiana, Tinto y Odiel, lo que le ha permitido establecer bases sólidas del comportamiento de la lluvia y las inundaciones asociadas.
Estos episodios, en todo el arco occidental, están obviamente marcados por el Océano Atlántico. “Los periodos climáticos de El Niño y La Niña son los que definen las lluvias torrenciales que caen en esta zona”, apunta Morales. Recuerda que no se puede hablar de “gota fría” en ningún caso en las zonas atlánticas porque el oceáno, a diferencia de lo que ocurre en el Levante con el Mar Mediterráneo, “ya es frío”. El problema es que, también por la acción del hombre, “el cambio climático está subiendo la temperatura oceánica”.
“Hemos observado que, aunque el Atlántico no suele producir gotas frías, el Niño trae agua mediterránea cálida, desplazando las corrientes atlánticas y generando episodios de lluvias fuertes en el Golfo de Cádiz”. Una tendencia que se está acelerando en las últimas décadas. “Observamos que las tormentas cada vez son más severas y que también se dan en épocas en las que antes no sucedían. Casi nunca ocurrían después de marzo y ahora las tenemos en mayo o junio”.
La historia, recogida en las dataciones geológicas, explica también las diferencias entre ríos como el Tinto y el Odiel con uno de mayor entidad como el Guadiana. En Andalucía occidental, el Tinto y el Odiel marcan las llamadas inundaciones “fluviomareales”, que son las que coinciden con el desbordamiento de ríos en zonas con marismas, como ocurre en Huelva. Mientras que el Guadiana es un ejemplo de que la acción humana sí puede mitigar los efectos del cambio climático. Este río está “completamente controlado”, gracias a los más de 40 embalses que hay en todo su recorrido. “Sería casi imposible hoy en día que se desbordase, salvo que dejásemos todos los embalses abiertos. Algo que en el pasado sí podía ocurrir”, apunta Morales.
En todo caso y con los datos en la mano, el geólogo recuerda que lo que ocurre en zonas como Huelva o Cádiz no siempre se puede asemejar a una DANA. De hecho, algunas de las lluvias torrenciales caídas recientemente no lo son. “En esta zona de España son habituales los frentes atlánticos que, con el paso del tiempo, cada vez son más severos”. Esto ocurre porque la temperatura oceánica está subiendo, pero de forma estable, mientras que el viento fluctúa más rápidamente, lo que hace que al unirse ambos factores, las lluvias sean más severas y continuas en el tiempo.
Tanto Morales como el equipo de Díez-Herrero coinciden, observando los modelos climáticos históricos y las huellas del pasado recogidas, que hace falta “repensar” el urbanismo actual y la forma en que la población está educada sobre las zonas inundables y las lluvias torrenciales. “Hacen falta más conocimientos geológicos desde las escuelas”, señala Morales, mientras que los investigadores del IGME creen que los periodos históricos analizados son suficientemente notables como para “revisar los mapas inundables y revisar los planes urbanos”.
“El diseño de infraestructuras urbanas y rurales en áreas vulnerables da pie a lluvias torrenciales con una gran carga de residuos sólidos que pueden obstruir los drenajes y empeorar las inundaciones”. Algo que invita a adaptarlas a los posibles flujos torrenciales que se derivan. De hecho, en el propio teatro de Guadix, los romanos modificaron la estructura tras una de las riadas, preveyendo las consecuencias de futuros episodios. Episodios de DANAS que, como ha ocurrido en Valencia, tienden a ser más comunes y más severos por la acción del ser humano que da pie al calentamiento global y por lo tanto al cambio climático.