Ante el desconcierto, muchas veces solo cabe la pregunta, el interrogante, la duda amplificada. Y en contadas ocasiones el intento de respuesta. ¿Cómo es posible que la película número cuarenta, presumiblemente la última de toda esa bastísima y celebrada carrera como director de Clint Eastwood se haya estrenado en salas españolas hace apenas unos días y prácticamente nadie se haya enterado? Cuando a finales de marzo del pasado año se anunció que el genio californiano de 94 años (¡94!) estaba confeccionando las bases de "Jurado Nº 2", apenas habían trascendido de ella unas líneas de sinopsis perezosas y todavía resultaba precipitado vaticinar su condición testamentaria de gran obra.
En ese momento se acababa de formalizar el resultante de la fusión entre dos grandes majors, "Warner Bros. Discovery", lideradas por el entonces nuevo CEO, David Zaslav. De pronto Eastwood, que llevaba nada menos que cincuenta años protagonizando una de las asociaciones profesionales más duraderas de la industria hollywoodiense con la primera de ellas, resultaba a ojos de Zaslav una suerte de estorbo prescindible, de protojubilado sin capacidad de movilizar al espectador debido a los malos resultados en taquilla que había obtenido su anterior película, "Cry macho". Es decir, no había ganas de riesgo ante la posibilidad de enfrentarse a otro fracaso.
Al parecer la memoria o la simple consideración de enmienda aparcando el interés comercial fallaron y por motivos que todavía se escapan de la parcela de entendimiento de los fans o simplemente de la gente con sensibilidad ante la evidencia, se olvidó de los éxitos cosechados con esa misma major gracias a títulos colosales de reverencia colectiva como "Sin perdón", "Million Dollar Baby" o "Mystic River".
El caso es que a pesar de la compleja travesía experimentada por el veterano cineasta para llevar adelante su esperado trabajo, "Jurado nº2", esta historia –canalizada a través de Justin Kemp (Nicholas Hoult), un hombre de familia que, como miembro del jurado en un juicio por asesinato de gran relevancia, se enfrenta al dilema moral de entregarse como culpable tras recordar que fue él el responsable de la muerte–, impregnada de la perentoria reflexión de Eastwood (tan presente en toda su obra) sobre las sombras de lo humano y sus repliegues, ya está en el cine. Así que corran. Corran a verla, aunque solo sea por si acaso es verdad que es la última.
