Que hay esperanza no hay dudas. La mayoría de los argentinos y los mercados tienen ganas de que esta vez sea diferente y la estabilización sea exitosa. La estabilidad es la llave para el crecimiento y una mejora sostenida del bienestar de las mayorías. Esa esperanza y esas ganas fueron determinantes de una imagen presidencial y de un apoyo a su gestión que parecían de amianto. Pero desde hace unos meses que esos indicadores marcan que algo cambió. Y según encuestas recientes se invirtió la balanza y la evaluación negativa de la gestión del Presidente Javier Milei supera su evaluación positiva.
Las últimas semanas son un tanto extrañas, mientras se verifican estas (y otras) señales de impaciencia, indicadores como el riesgo país, la brecha y la dinámica de reservas del BCRA apuntan en la dirección contraria. No creemos que estemos frente a una manipulación coordinada de las encuestas. Son muchos los encuestadores en los que confiamos que vienen reportando resultados similares. Por lo que el divorcio entre lo que ven los mercados y lo que sienten los encuestados indudablemente existe y es algo real y concreto.
Del lado de los mercados, la combinación de la Fase II más los anabólicos del blanqueo, el ingreso anticipado del impuesto a los bienes personales y la moratoria impositiva generaron una afluencia de dólares que abasteció a todos los mercados (el oficial y los libres). Además, la convicción con la que las máximas autoridades se expresan acerca de las bondades del cepo y de la actual política cambiaria (lo que alienta la expectativa de que la Fase II viene para largo), hacen muy atractivas las inversiones en activos locales y no sólo los denominados en pesos. Muchos contribuyentes vendieron sus dólares para aprovechar los incentivos establecidos sobre sus obligaciones tributarias (Bienes Personales y moratoria) pero es un efecto de única vez. Así que ésta es una fuente transitoria de divisas.
La que proviene del blanqueo puede resultar algo más duradera. Los dólares blanqueados por los contribuyentes en el sistema bancario local generan, en la medida que permanecen depositados, capacidad prestable en dólares y en la medida que dicha capacidad prestable se materializa en nuevos préstamos parte de esos dólares quedan en las reservas del BCRA. Otro tanto sucede con las colocaciones de deuda en dólares que vienen realizando algunas empresas del sector privado, al menos por la parte que se utilizan para cubrir gastos o realizar inversiones en pesos.
Del lado de la opinión pública es probable que estas dinámicas financieras positivas no influyan tanto como sí lo hacen otros indicadores como la actividad económica, la inflación y el empleo. Sobre todo en un contexto de una marcada sensibilidad derivada de las recientes decisiones presidenciales en materia de jubilaciones y de presupuesto universitario. Como hemos sostenido muchas veces desde esta columna, cambio es siempre sinónimo de conflicto. Lo preocupante sería su ausencia. Los que queremos una Argentina distinta tenemos que estar dispuestos y tolerar los conflictos. No es que tenemos que estar de acuerdo en todo. Pero que haya conflicto es inevitable y hay que aceptarlo.
El dato de inflación de septiembre abre un compás de espera favorable para el Gobierno. Si la inflación sigue en baja, aumentan las chances de que la dinámica de la opinión pública converja hacia la del mercado. Sin embargo, vale la pena plantear algunas cuestiones:
Tal vez esta sea la clave de por qué cuesta tanto transformar en confianza la esperanza y las ganas de que esta vez el cambio resulte y sea perdurable. La esperanza es un motor fundamental en tiempos de cambio. La posibilidad de un futuro mejor, de una estabilización que traiga consigo crecimiento y bienestar, es lo que impulsa tanto a los mercados como a la ciudadanía a mantener la expectativa de que las cosas, esta vez, serán diferentes. Sin embargo, la esperanza por sí sola no es suficiente. La paciencia es crucial.
La paciencia no es inacción, sino la espera activa de ver que las medidas tomadas empiezan a rendir frutos concretos. No es fácil pedirla cuando el consumo se ajusta y la mejora no llega con la velocidad esperada, pero la paciencia, cuando está bien fundamentada, es un ingrediente necesario para que los cambios estructurales tomen forma. Finalmente, el paso crucial es convertir la esperanza y la paciencia, en confianza. La confianza es un capital valioso que no se construye de inmediato, sino que se gana con la persistencia de resultados. Para que la confianza emerja, es necesario que las señales positivas que hoy ven los mercados se traduzcan en mejoras reales para la sociedad en su conjunto. La confianza nace cuando las expectativas de estabilización se cumplen y cuando las familias y las empresas pueden proyectar el futuro con menos temor a lo inesperado.
Lamentablemente el Gobierno ha ayudado mucho a instalar temor respecto de lo que podría suceder si se sale del cepo y se produce una corrección cambiaria. La inconsistencia cambiaria es el eslabón más débil de toda la cadena de construcción de confianza. Y vale la pena que recordemos que una cadena nunca es más fuerte que su eslabón más débil.