Durante el mes de septiembre, uno de los eventos climáticos más inusuales del siglo ocurrió en el desierto del Sahara, el desierto cálido más grande del mundo, que abarca una extensión de 9,4 millones de kilómetros cuadrados. Este territorio árido, donde las lluvias son prácticamente inexistentes, fue azotado por precipitaciones torrenciales que ocasionaron inundaciones en varias áreas del sureste de Marruecos. Según la NASA, algunas zonas recibieron hasta 20 centímetros de agua, lo que desencadenó la formación de lagos en medio de las vastas dunas de arena.
Ciudades como Merzouga y Tagounite fueron algunas de las más afectadas, con precipitaciones que superaron cuatro veces el promedio anual en tan solo dos días. Este evento, asociado a una tormenta extratropical, fue un hecho sin precedentes que, según meteorólogos, podría tener repercusiones a largo plazo en el ciclo climático de la región.
El desierto del Sahara es conocido por ser uno de los lugares más secos y calurosos del planeta, con temperaturas extremas y escasas lluvias a lo largo del año. Sin embargo, en septiembre de 2024, un sistema de baja presión que atravesó el noroeste del Sahara desencadenó lluvias intensas en el sureste de Marruecos, dejando áreas que normalmente permanecen secas, cubiertas por lagos temporales.
Las tormentas extratropicales son fenómenos inusuales en el desierto del Sahara debido a que esta región está dominada por una alta presión subtropical, que generalmente impide el paso de sistemas de baja presión y, por ende, de tormentas intensas. Estas suelen formarse en latitudes medias y trae consigo vientos y lluvias fuertes, lo que es raro en un desierto tan árido.
Las lluvias en el Sahara no solo han modificado temporalmente el paisaje, sino que también han tenido un impacto positivo en los acuíferos subterráneos. Estas reservas de agua, que son vitales para las comunidades que habitan en el desierto, se han visto beneficiadas por la infiltración de agua proveniente de las lluvias torrenciales. En regiones como Tata y Tagounite, donde las sequías habían predominado durante los últimos seis años, los acuíferos subterráneos registraron un aumento en su nivel, lo que ofrece un alivio parcial frente a la prolongada escasez de agua.
A pesar de que las lluvias en estas zonas son extremadamente raras, la NASA ha señalado que este tipo de fenómenos podría volverse más frecuente debido al calentamiento global y sus efectos en los ciclos del agua. Sin embargo, expertos advierten que, aunque las lluvias contribuyen al relleno de acuíferos, no son suficientes para revertir la crisis hídrica que afecta a Marruecos.
El Sahara ha experimentado lluvias en otras ocasiones, pero con una frecuencia extremadamente baja. Se estima que eventos como el de septiembre no habían ocurrido en más de 30 a 50 años. De hecho, según estudios realizados por la NASA, el lago Iriqui, en el sureste de Marruecos, solo se había llenado en contadas ocasiones durante las últimas décadas, la más reciente en la década de 1970.
Los expertos en meteorología han señalado que la acumulación de lluvias como la que ocurrió en 2024 podría ser una señal de que el clima está cambiando de manera irreversible. Con el incremento de las temperaturas globales, es probable que este tipo de fenómenos se repitan con mayor frecuencia, afectando no solo al Sahara, sino también a otras regiones áridas de África y del mundo.