Había ambiente de fiesta el sábado en los Teatros del Canal, y con motivo; no todos los días nace en nuestro país una compañía de danza , menos aún de titularidad pública -en este caso, la Comunidad de Madrid-, y menos aun si se dedica a la danza española. Es más, en los últimos años las administraciones públicas (en general) parecen vivir de espaldas a este estilo, que necesita como el comer, por sus características, de apoyo institucional. No puede ser que un arte único en el mundo apenas sí se pueda ver con la calidad que merece cuando lo presenta el Ballet Nacional de España . Insisto: hay sus heroicas excepciones. La danza española, hay que recordarlo, tiene cuatro puntos cardinales (Mariemma dixit): escuela bolera, folclore, danza estilizada y flamenco; y prácticamente solo este último, implacable devorador, parece desarrollarse lo suficiente. Había, pues, motivos más que sobrados para hacer de la presentación del Ballet Español de la Comunidad de Madrid una auténtica fiesta, en la que la clase política se mezcló con la clase artística. Hacía falta que la fiesta también se produjera en el escenario. Y ocurrió. Jesús Carmona , en quien el Gobierno regional ha depositado la responsabilidad de poner en pie y dar forma a este proyecto, ha moldeado un conjunto de veinte bailarines (cuatro de ellos meritorios) y tres músicos de una extraordinaria juventud, de gran calidad técnica y con diversidad de estaturas y figuras (algo muy de agradecer; Antonio Gades decía siempre que todos teníamos derecho a bailar: altos, bajos, gordos, flacos, jóvenes, viejos...). El espectáculo presentado en los Teatros del Canal es perfecta muestra de la energía creativa de Jesús Carmona, un artista que entrelaza en su trabajo la tradición con la inquietud por las formas contemporáneas. Las ha combinado en las dos piezas expuestas en el escenario. Más tradicional, si se quiere, ' Suite española ', donde están danza estilizada, escuela bolera y folclore -que se beneficiaría de una 'dramaturgia' y una mayor conexión entre números-, y más arriesgada su ' Epifanía del flamenco ' -a la que tal vez le sobren algunos minutos-. Pero las dos están servidas con mucha calidad, mucha elegancia y muy buen gusto. El cuerpo de baile mostró al principio un natural agarrotamiento (ya se sabe: la juventud es una enfermedad que se cura con el tiempo), pero mostró su talento conforme se fueron soltando y seguro que da todo lo que llevan dentro cuando vayan sucediéndose las funciones. Hay mimbres en la compañía. Jesús Carmona, por su parte, es un bailarín único (tal vez en esta presentación debiera haber dejado todo el protagonismo a los bailarines) y como tal bailó 'Asturias' y 'Romance': con musicalidad, dominio, brío y carácter. Pues eso, ¡qué siga la fiesta!