Viven como reyes, se alimentan con lo mejor que ofrece el mercado, son juguetones y con su poderoso olfato se vuelven parte esencial en el desenmarañamiento de casos del Organismo de Investigación Judicial (OIJ). Son los 25 oficiales de cuatro patas de la Unidad Canina del OIJ.
Esta unidad se inició oficialmente en 1995, pero desde un año antes ya había varios investigadores trabajando en su formación. El primer perro que fue parte del equipo fue Rock, destacado en la búsqueda de hidrocarburos y acelerantes en casos de incendio. Su integración al departamento en aquel entonces fue una necesidad, explicó Alejandro Castillo Cerdas, jefe de la Unidad Canina del OIJ.
“En ese entonces se usaban cromatógrafos de gases transportables, pero a veces durante el transporte el aparato se desconectaba y tardaba mucho tiempo en volver a calibrarse. Tal vez podíamos durar unas cuatro horas esperando a que se calibrara la unidad. Cuando vino el perro, en unos 80 metros cuadrados para investigar, se duraba unos 10 minutos”, comentó Castillo.
Rock fue el primer oficial canino del OIJ. Era un labrador que llegó a la institución con cerca de un año y medio de edad. Fue entrenado en Estados Unidos por el instructor Paul Gallagher, quien después dio los fundamentos a los investigadores costarricenses para adiestrar a los perros en la búsqueda de drogas, por ejemplo.
Castillo recordó que, vía telefónica, el instructor extranjero les daba las indicaciones para que ellos hicieran lo propio con los canes en Costa Rica. Curiosamente, los hijos de Rock fueron los encargados de continuar con el legado de su padre y se convirtieron en los primeros perros en ser adiestrados por agentes del OIJ: Coco, Breck y Rocky se encargaban de la búsqueda de drogas, y Brenda se ocupaba de la detección de acelerantes en incendios, al igual que su padre.
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Con el paso de los años, la Unidad Canina fue creciendo no solo en la cantidad de perros en sus filas, sino también en los servicios que brindan para las diferentes investigaciones. El departamento es hoy una unidad especializada técnico-científica que da apoyo tanto al OIJ como al Ministerio Público.
De acuerdo con Castillo, los perros del OIJ están adiestrados para encontrar rastros de drogas; acelerantes en la investigación de incendios, y toman parte en la búsqueda de indicios balísticos y armas de fuego, así como para hallar restos humanos o personas vivas atrapadas en algún accidente. También hay agentes de cuatro patas especializados en la búsqueda de artefactos electrónicos cuya información se ha utilizado para cometer delitos, sean financieros o de pornografía infantil.
Además, gracias a las donaciones de perros especialmente capacitados por parte de instituciones internacionales, la Unidad Canina ha logrado incorporar más especialidades en la búsqueda de olores, incluso los de sangre humana latente y semen, que son rastros que no se pueden ver a simple vista, ya que el lugar del hecho pudo haber sido limpiado, modificado o pintado. Ahí es donde estas narices policiales se lucen.
“Es importante recalcar que el indicio que el perro encuentra va a ayudar a probar la verdad en una sala de juicios”, afirmó Castillo. Con esto, el jefe de la Unidad Canina del OIJ se refiere a que, en una combinación técnica y científica, las pruebas halladas por los animales son parte fundamental en la toma de decisiones.
En la Unidad Canina se rigen por un manual de procedimientos operativos para cada una de las disciplinas en las que trabajan. “Todo está escrito para que tenga validez a nivel de tribunales. Los perros se certifican por parte de instructores caninos y, a nivel científico, se valida en siete pasos diferentes para garantizar transparencia y validez en el trabajo”, aseveró Castillo.
Agregó que solo en Costa Rica se cuenta con una unidad canina que tiene una bióloga forense y una criminóloga investigando en conjunto con los perros. “Se trabajan las escenas juntos. Tenemos un laboratorio de búsqueda de sangre humana, semen y otros elementos como cabello, fibras de tela y más”, dijo.
En el caso de la sangre y otros fluidos corporales, como el semen, el perro indica dónde está la muestra no visible, y a partir de ahí, por medio de pruebas científicas, se determina el hallazgo para esclarecer delitos, especialmente de índole sexual.
La efectividad del uso del olfato del perro está comprobada. Una prueba de luminol para detectar sangre puede confirmar restos en poco más de 262.000 partes de sangre diluida en agua, mientras que el canino puede lograrlo hasta en 8.3 millones, según confirmó Castillo.
Con respecto a las drogas, los agentes caninos son capaces de identificar heroína, cocaína, marihuana, éxtasis y crack. Contrario a lo que creen algunas personas, los animales no son expuestos a estas sustancias para hacerlos dependientes de ellas a fin de que las puedan encontrar, según explicó Rolando Vásquez, guía canino del OIJ, en un video educativo.
Para investigaciones de balística, los agentes peludos pueden hallar armas de fuego, municiones y reconocer el olor a pólvora. En cuanto a restos humanos, los canes están adiestrados para reconocer el olor corporal de un ser humano, por lo que pueden hallar a personas vivas, así como partes de cadáveres.
“Es importante recalcar que el indicio que el perro encuentra va a ayudar a probar la verdad en una sala de juicios”
Alejandro Castillo Cerdas, jefe de la Unidad Canina del OIJ.
En la detección de electrónicos, buscan dispositivos de almacenamiento, teléfonos celulares y computadoras.
Los perros son utilizados de acuerdo con cada tipo de investigación. Castillo manifestó que hay ocasiones en las que se solicita el apoyo de un guía especializado con la ayuda de un perro destacado en balística, pero también puede requerirse el olfato de un can entrenado en hidrocarburos si, por ejemplo, en la investigación hay un cuerpo quemado.
La Unidad Canina está formada actualmente por 25 perros de diferentes razas, tamaños, colores y edades. Además, el departamento cuenta con una jefatura, instructores de planta y guías caninos, quienes son los encargados de trabajar mano a pata con los animales entrenados. Para cada rubro (balística, drogas, armas, electrónicos, sangre, etc.), el grupo busca tener al menos dos perros.
Ser un agente canino del OIJ no es cosa fácil. Uno de los primeros factores a considerar es que sean perros de trabajo. En el OIJ no se dejan llevar por la raza de los animales, sino por sus características e impulsos genéticos requeridos, como el rastreo, la entrenabilidad y la caza. “Esos impulsos nos sirven y los podemos aumentar”, dijo Castillo.
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Muchas de esas características se ven reflejadas en determinadas razas de perros, como los que son de pastoreo (belga, australiano, alemán), animales que son afines con las tareas requeridas en las investigaciones del OIJ. Además, son razas comúnmente conocidas por su habilidad de rastreo.
En Costa Rica, esta unidad también cuenta con perros de raza Bloodhound, que pueden caminar durante mucho tiempo por montaña. Sus patas están hechas para eso, tienen huesos robustos y una pisada firme, lo que les ayuda en terrenos difíciles. En el OIJ han trabajado también con razas caninas como Fila Brasileño, Pastor Australiano Ganadero, Pastor Alemán, Pastor Belga Malinois y Pastor Suizo.
“Hemos tenido perros que nos han servido, pero no por su raza. Es un tema más de actitud del perro y de su impulso”, declaró el agente.
En cuanto a si pueden realizar cruces de perros o dedicar recursos a la cría de más animales, Castillo comentó que primero deben tener la autorización del Consejo Superior del Poder Judicial para hacerlo. Sin embargo, la inversión económica y de tiempo de entrenamiento es alta, y no hay seguridad de que, de una camada de cuatro o cinco cachorros, todos vayan a ser idóneos para el trabajo. Por lo tanto, el OIJ no realiza esta práctica.
La mayor parte de los perros que tiene el OIJ en su Unidad Canina son donados por embajadas de países como Estados Unidos, Países Bajos, Alemania y hasta por la Asociación Nacional de Investigadores, que fue el grupo que inició el departamento.
La vida útil como agente del OIJ de los canes que conforman la unidad es de siete años. Al cumplir ese ciclo, los animales pasan a gozar de su retiro.
La unidad puede entrenar cachorros con edades entre los cuatro y los 18 meses, dándoles introducción de olores. Siete meses después ya pueden identificar un olor sin problema, pero no salen a la calle hasta que cumplen un año de edad, debido a la madurez que requieren para enfrentar situaciones externas a la capacitación.
El entrenamiento sigue el estilo de estímulo, respuesta y recompensa. El perro es estimulado para que reaccione y, cuando alcanza el logro, recibe una recompensa.
El trabajo es disciplinado y constante. Los perros entrenan los 365 días del año, por lo tanto, sus instructores también. “Para los canes este trabajo es un juego y siempre necesitan jugar, necesitan del estímulo. Nuestra idea es que ellos se sientan bien, no estresados, y jugando es como lo logramos”, comentó Castillo, quien añadió que, dependiendo de cada perro, los entrenamientos diarios pueden incluir entre una y tres sesiones.
La vida útil como agente del OIJ de los canes que conforman la unidad es de siete años. Después de eso se jubilan y se les busca una familia para que los adopte.
Los entrenadores se preparan en diferentes lugares: Costa Rica, Alemania, España, Estados Unidos y Países Bajos, para aplicar los conocimientos en el OIJ. “También vienen instructores del exterior para conocer los trabajos y procedimientos que aplicamos en Costa Rica”, agregó el agente.
En el OIJ, generalmente utilizan razas de tamaño mediano que pueden vivir entre 12 y 14 años. Así, al pensionarse a los siete años, los canes tienen tiempo para disfrutar de una vida de jubilación por todo lo alto.
La edad es uno de los factores para la pensión, pero también puede darse debido a la entrenabilidad. Si un perro ya no puede realizar correctamente su trabajo debido a algún aspecto físico o emocional, o por alguna afectación en su salud, se le da de baja como agente canino.
El plan cuando un perro agente se retira es darlo en adopción. Para esto, se realiza un proceso adecuado con el fin de buscarle una familia que lo ame y lo cuide de manera responsable. “Es una recompensa al trabajo que le dieron al Estado”, expresó Castillo.
Cada vez que los perros de la Unidad Canina del OIJ salen a una investigación, se siguen protocolos específicos para resguardar su seguridad.
Primero, se anuncia a las unidades veterinarias cercanas a los operativos la presencia de los animales, para que estén atentas a cualquier emergencia. Otra opción es contactar al veterinario del Organismo, quien se encargará de recomendar colegas próximos al lugar para brindar la atención cuando sea necesario.
Durante el trabajo de campo, es esencial realizar la investigación de manera ordenada, para que el perro no se canse rápidamente. Castillo explicó que se debe establecer un tiempo de trabajo máximo de 20 minutos, seguido de un descanso. Después, si es necesario, el perro puede volver a trabajar otros 20 minutos. El guía está pendiente de no sobrecargar al can, administrando su energía adecuadamente.
La protección de los animales es un tema de suma importancia. En situaciones donde pueda haber riesgo, el perro lleva su chaleco antibalas.
Además, para cada investigación se cuenta con un equipo básico que incluye un juguete (recompensa), collar de eslabones o metálico, collar de nylon con su respectiva insignia del OIJ, collar de cuero, correa retráctil, correa larga, correa corta, recipiente para agua y comida, y botas para los casos de hidrocarburos o incendios. Hay otros objetos especializados, como los que se utilizan cuando el animal debe viajar en bote, como el arnés para bajarlo del muelle a las embarcaciones y un chaleco salvavidas.
En cuanto a la alimentación, esta debe ser de alta calidad, ya que los perros necesitan mantener un alto nivel de energía y un proceso digestivo adecuado. Castillo indicó que la cantidad de kilocalorías digestibles por ración va entre los 1.9 y 4.7 kilos. El alimento debe ser de buena calidad y concentrado, de modo que los perros puedan absorber esa dosis en al menos tres tazas de comida, y no en siete, lo que podría generarles problemas estomacales debido a la mala absorción de vitaminas y minerales.
Con respecto a la salud perruna, el OIJ tiene un contrato con un médico veterinario disponible las 24 horas. Además, cuentan internamente con dos técnicos especializados en enfermería canina, quienes revisan a los agentes de cuatro patas para informar al veterinario sobre cualquier necesidad de atención.
Los perros viven en las instalaciones de la Ciudad Judicial, en San Joaquín de Flores, Heredia. Allí, cada uno tiene su propia perrera o encierro, un lugar espacioso y ventilado.
Las perreras se limpian todos los días con agua, jabón y desinfectantes especiales para garantizar la salud de los animales.
Además, como bien se dice que los perros son el mejor amigo del hombre, los perros del OIJ, aunque sean agentes especializados para resolver casos delictivos, se comportan como lo que son: perros. Por eso, desarrollan una relación especial con sus cuidadores, guías e instructores.
“Hay un vínculo emocional y de amor con los perros. Aquí tratamos de que los perros sean felices con lo que hacen, que se sientan bien, que se desarrollen de la manera más normal en todas sus facultades. El perro trabaja feliz y contento por el amor que uno le da. Son incondicionales, ellos van a agradarle a uno con el juego de hacer bien las cosas”, afirmó Castillo.
Entre ladridos y olfateos, los perros de la Unidad Canina del OIJ dejan huella en el quehacer judicial.