La vida y la muerte. El caos, la brevedad. Lo efímero del paso del tiempo. En estos frágiles conceptos se fundamenta la vanitas, un género artístico que vivió su gran auge durante el barroco. Una época artística con la que se identifica la obra de Lucía Vallejo, y de la que la artista resalta «su expresionismo. El barroco hoy está olvidado en muchas cosas, por ejemplo con el tema de la muerte. Es algo que en la actualidad no se acoge, porque estamos pensados para vivir eternamente. Para mí es interesante sacar los valores del barroco, en una época en la que todo tiene una apariencia de ser maravilloso, cuando no todo tiene que ser así». Vallejo, historiadora del arte especializada en pintura veneciana, vincula su obra artística con este estilo, y en unos días disfrutará de la oportunidad de exponerla en un espacio muy adecuado para ello: en el conservatorio veneciano Benedetto Marcello, ubicado en el Palazzo Pisani Moretta.
Entre el 25 de octubre y el 23 de noviembre, Lucía Vallejo expondrá, en el marco de la Bienal de Venecia, «Sinfonía Barroca», muestra que establece un diálogo entre el barroco europeo y la integración multirracial proveniente de África. «Se mezcla la opulencia del barroco con el horror de lo que se está viviendo en lugares como Liberia. ‘‘Extranjeros en todas partes’’, que es el título de la Bienal, casa muy bien con mi exposición, porque precisamente hablo de que no deben existir barreras entre unos y otros», explica a este diario la artista. Y lo expresa a través de una serie de piezas que son ejemplos de cómo el arte puede llegar a sanar: «Sacar en mis obras el dolor y el sufrimiento para mí es una terapia. No me importa que lleguen a ser piezas incómodas, creo que es el espectador quien debe opinar por sí mismo. Mi objetivo es hacer sentir, que no les deje vacíos», asegura Vallejo.
Comisariada por Hervé Mikaeloff, curador del grupo Louis Vuitton Moët Henness (LVMH), la muestra busca ser, define la artista, «una alegoría a todos los sentidos». Las piezas serán acompañadas por música barroca del conservatorio, una serie de fragancias de tintes barrocos y africanos, así como una video producción de danza. «Y qué mejor sitio que en este palacio, que es barroco, un contorno que me inspira», celebra Vallejo. Todo ello, unido a la unicidad de su obra, pues «fui la primera artista en fusionar vidrio y lienzo. Durante la pandemia, me fui a Murano a vivir, y allí hice una investigación única», recuerda, «los primeros intentos explotaban, porque la tensión de la tela no aguantaba el vidrio, pero poco a poco hemos conseguido algo absolutamente único. Ambos materiales se unen y se convierten en piezas muy bellas».