Pocas drogas más poderosas y adictivas que la nostalgia. Siete millones de rayas de pasado y arqueología de uno mismo para encontrar trazas de juventud entre tanta capa de piel muerta, de años como caídos a plomo. «Qué puedo hacer si después de tanto tiempo no te dejo de querer», se preguntan. Un brinco de tres décadas, toda una vida, y Los Planetas cantando hacia atrás para encerrarse de nuevo en la caja del diablo. Pandora retrospectiva y (no tan) nuevas sensaciones que se daban ya por amortizadas. En el calendario, 1994, año grande para el indie español y, visto lo visto, también para la mayoría casi absoluta de adultos muy adultos que llena la sala. «Rememorex 800, comprimidos para viajar por el tiempo», anuncia la pantalla cuando cesa la catarsis de rayos y truenos, de ruidazo psicodélico y erupciones eléctricas, de 'La caja del diablo'. De eso, claro, va la noche. De hacer memoria, exhibir viejas camisetas y teletransportarse al momento justo en que Los Planetas rompieron el cascarón y toda una generación encontró un lenguaje propio. «Tenim 18 anys!», suelta de pronto una exjoven de cuarenta y muchos cuando J eriza el lamento de 'Si está bien' y dos mil y pico personas, todas las que caben en la sala, se suman al duduá de la bajonera, al coro tocado y hundido por excelencia. «Si está bien / Si está bien / Si es tan fácil / ¿Por qué duele así / Por dentro?», vocea al público con espíritu olímpico. De esto también va la noche. De enfundarse como por primera vez la camiseta de Planetas F. C. y cantar como si fuese la última. Cinco meses después de echar a volar en el Tomavistas y tras un intenso verano de festivales, la gira de celebración del 30 aniversario de 'Super 8' toca tierra y cambia la épica del descampado por el bullicio asfixiante de la sala a cubierto. Primera parada, Razzmatazz. Semana grande para los granadinos, con tres conciertos agotados desde hace meses, y atraco emocional de los que no se protesta. En realidad, la celebración barcelonesa empezó el miércoles, pero es la del jueves, primera noche en anunciarse y también en agotarse, la que parece reunir a los seguidores más fieles y entusiastas del grupo. Marcelo Criminal, telonero de postín y de relevo generacional, prepara el terreno. «Sois fans de Los Planetas, así que sois expertos en poneros tristes», suelta con guasa después de cantar 'Qué hacemos luego'. Fichar al fenómeno murciano para abrir sus actuaciones barcelonesas bien podría significar que, por mucho que lleven todo el verano tirando de retrovisor, Los Planetas en realidad nunca han dejado de mirar hacia adelante. La noche, sin embargo, empieza con respingo y voltereta: catarata de fuzz con 'De viaje', muro de sonido aturullado y los dosmil son los nuevos noventa. El primer tramo, ya se sabe, todo 'Super 8'. En el mismo orden en que fue publicado. Con los altos de 'Jesús', 'Brigitte' y 'Desorden', los bajos de 'Estos últimos días' y el estallido de 'Qué puedo hacer', single amado-odiado que dispara todos los medidores de euforia. El público ruge y Los Planetas se meten de nuevo en el pozo de los desengaños, los corazones hechos trizas y los rencores poco o nada disimulados. Falta Éric, así que la batería no es un yunque, sino una simple batería. El martillo de Thor tendrá que esperar. A cambio, un cuidado apartado visual expande el universo 'Super 8'. Las ilustraciones de Javier Aramburu cobran vida, las portadas de los singles rotan sobre las cabezas de J y Florent. Los Planetas se dejan robar el alma una vez más, surfean la penúltima ola de distorsión y, tras casi 50 minutos de espaldas al futuro, cambio de marcha. Más nostalgia, pero esta vez en modo aleatorio y festivo. Atracón de grandes éxitos, éxtasis planetario a pie de pista. 'Segundo premio' abriendo plano, 'Mi hermana pequeña' y 'Pegado a ti' para estrechar lazos con aquella primera encarnación de Los Planetas de la que sólo sobreviven el cantante y el guitarrista. De regalo, selección de favoritas: el arrullo pop de 'David y Claudia'; el quejío eléctrico de 'Santos que yo te pinte' y 'Corrientes circulares en el tiempo'; y el presente más o menos remoto de 'Islamabad' y 'Espíritu Olímpico'. También, cómo no, el arrebato de ira de 'Pesadilla en un parque de atracciones', con toda la sala gritando a pleno pulmón aquello de «y que quiero que sepas / que ha sido un infierno estando contigo / el infierno no es tanto castigo / te pareces bastante a Satán»; y la cima de 'Un buen día', hito del costumbrismo indie y guinda en el pastel. No cae, demasiado obvio, 'Cumpleaños total', pero nadie protesta. Porque la fiesta se da por hecha. Y además suena 'Nuevas sensaciones', otro de esos himnos primerizos que llevan años sin tocar en Barcelona. Al fina, ya se sabe, nada más poderoso que la adicción del pop a su propio pasado.