Dos días después de lo de Iniesta, lo de Nadal. Y antes fueron Rudy, Sergio Rodríguez, Gómez Noya, Álvaro Martín... por no remontarnos a los hermanos Gasol o a los campeones de todo en fútbol. La Edad de Oro del deporte español se acaba... o no. Lo de Rafa llevaba mascándose meses, años incluso, pero su adiós en diferido –nos queda la Copa Davis de Málaga dentro de algo más de un mes– es un trago que cuesta digerir. Son más de 20 años, casi toda la vida del periódico, escribiendo del mejor deportista español de la historia. LA RAZÓN, Julián Redondo para ser exactos, fue el primer medio que alertó de alguno de los problemas físicos que podían marcar la carrera de Nadal. Esos que han terminado con un deportista único, un personaje irrepetible al que algunos se empeñan en buscar aristas ahora que absolutamente todo se pone en cuestión.
La dimensión de Nadal va más allá de sus victorias, de sus remontadas, de su carácter competitivo, de la fortaleza mental y de unas cifras inimaginables. Mi hija Berta tiene siete años. Antes de articular frases con sentido, cuando era una bebé e iba en el carro, señalaba con el dedo la publicidad del Banco Santander y no decía «Vamos Rafa» de milagro, pero lo de «Rafa» se la entendía perfectamente. Ese es el impacto de un deportista al que descubrimos en Madrid con 17 años y del que Santana nos llevaba tiempo hablando. «Va a ser el número uno del mundo, el mejor deportista español de la historia», decía Manolo con una pasión contagiosa. Cuando Rafa pisó la pista del Rockódromo en 2003 se atrevió a ganar un set a un tal Álex Corretja. Luego, los 21 años posteriores, han sido una locura. Meses después de aquel estreno se convirtió en una pieza clave en una de las competiciones que más ha disfrutado, la Copa Davis. En la final de Sevilla, como aseguran miembros de aquel equipo, dentro de la pista era un potro salvaje. Fuera también. Aquella celebración de su primera gran victoria no la ha olvidado nadie de los que estuvo allí. A la espera de lo que suceda en Málaga, y con España como favorita para la Ensaladera, toca quedarse con el Rafa de sus dos últimos Grand Slams, el de la remontada imposible en Australia y el décimo cuarto Roland Garros, y el que nos provocó un pellizco en la ceremonia inaugural de los Juegos de París. Su protagonismo allí es otra prueba de su descomunal dimensión.