Los medios de comunicación, hegemonizados por las potencias occidentales, presentan la situación actual en el frente de guerra en Europa oriental, como un escenario donde las fuerzas de Washington, la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) y el régimen ucraniano – testaferro en la política de máxima presión contra la federación rusa – están alcanzando resultados que pontifican como positivos.
La realidad, dista mucho de las pretensiones de los aliados contra Rusia. La fracasada incursión de las fuerzas de Kiev en la región rusa de Kursk, específicamente en el distrito de Korenevo, con el objetivo de desviar recursos militares del ejército de la federación rusa en defensa de esa zona (que era el objetivo de Kiev), no alteró el sostenido progreso del ejército ruso y las milicias aliadas en la región del Donbás. Un avance, que no sólo se mantiene firme, sino que ha concretado un frente imposible de fragmentar por parte del régimen kievita y sus padrinos. Ya Rusia cuenta con el control casi absoluto de la región del Donetsk, que será efectiva con la toma de la estratégica ciudad de Pokrovsk y de sus patrocinadores, principalmente Washington, junto a Francia, Gran Bretaña y Alemania involucrados de lleno en una guerra donde los grandes favorecidos son sus complejos militares industriales y las transnacionales energéticas de gas y petróleo.
Hoy, las fuerzas rusas controlan el arco de territorio que va desde Jersón en el sur hasta las cercanías de Járkov en el noreste. Una media luna firmemente controlada, por más ofensivas que Kiev anuncie, según sea el grado de urgencia en obtener más y más armas de occidente, incluso generando incursiones en territorio ruso a un costo humano desastroso para las exiguas fuerzas militares ucranianas cuyos miembros están desertado por millares. La realidad es que el Donbás no tiene posibilidad alguna de ser doblegado y se expresa en que los puntos a un hipotético acuerdo de paz implican la imposibilidad de exigir ese territorio por parte de Ucrania, al igual que Crimea u otros intereses territoriales. Para Rusia no está en discusión el Donbás, menos aún Crimea, sino que el calendario de término de las hostilidades.
Los esfuerzos del régimen kievita para movilizar a la población, concretar un sentido de unidad más amplio para enfrentar a Rusia – apoyados en esa idea por Washington y la OTAN – muestran evidencias claras de agotamiento. “Hemos entrado en una guerra larga, y ni las autoridades ni las elites han ofrecido a la gente una visión de cómo deberían vivir en Ucrania en condiciones de guerra permanente o en riesgo de guerra” afirmó a medios occidentales, Oleh Saakian, politólogo ucraniano y cofundador de la llamada “Plataforma Nacional para la Estabilidad y la Cohesión” (1).
Los llamados diez puntos (2) para la paz de Kiev (creados en las oficinas de Washington y Bruselas) no tienen posibilidad alguna de llevarse a cabo. Hoy, la discusión es de qué manera los puntos planteados por el gobierno ruso, que son los que se han impuesto, se llevan adelante en conversaciones que sean reales. Incluso en materia de generar una Cumbre internacional para la paz, donde a diferencia de aquella que se realizó en Suiza el pasado mes de junio de 2024, sin la asistencia de Rusia, ahora con toda lógica se encuentre presente la federación rusa.
Esos puntos, planteados por Moscú en junio pasado establecen: el retiro de todas las tropas ucranianas de los territorios de Donetsk, Luhansk, Zaporiyia y Jersón. En segundo lugar, la renuncia de Ucrania a toda pretensión de ingresar a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) “Tan pronto como Kiev declare que está preparada para tal decisión… una orden de alto el fuego e inicio de negociaciones seguirá inmediatamente por nuestra parte, literalmente en el mismo minuto”. E igualmente y como tercer punto e importancia es “garantizar plenamente los derechos, libertades e intereses de los ciudadanos rusoparlantes de Ucrania y reconocer las nuevas realidades territoriales: el estatus de las repúblicas populares de Crimea, Sebastopol, Donetsk y Luhansk y las regiones de Jersón y Zaporiyia como súbditos de la Federación Rusa. Igualmente se cuenta con una propuesta de paz planteada por China y Rusia, descalificada por el régimen de Zelensky por considerarla a favor de Rusia (3). Una propuesta donde se enfatiza que el diálogo y las negociaciones “son la única solución viable a la crisis en Ucrania”.
La realidad de la guerra suele ser desconocida para el público latinoamericano, bombardeado constantemente por los medios bajo dominio de las grandes potencias occidentales, aliadas de Ucrania. Una región, que al igual que el resto del mundo sufre la censura de los medios rusos o aquellos que muestran una narrativa muy distinta a los promotores de la guerra y de la política de cerco a Rusia. Medios como Rusia Today, Sputnik, la Agencia TASS u otros medios rusos sufren un cerco mediático, la censura o lisa y llanamente la prohibición e informar. La libertad de expresión tan propugnada por occidente y sus referentes como Estados Unidos, Francia, Gran Bretaña y Alemania, simplemente se comportan como un Tribunal de la Inquisición y junto a las redes sociales bajo su orientación, niegan la posibilidad de informarnos. Incluso el pasado 13 de septiembre el secretario de estado norteamericano Antony Blinken acuso a Rusia Today de tener vínculos con el servicio de inteligencia ruso. Una manera más de invisibilizar a aquellos medios que no le son proclives a Estados Unidos.
Esa política de manipulación y desinformación de lo que acontece en el Donbás, se acompaña de operaciones destinadas a influir en los organismos internacionales para intensificar la presión contra rusia, implementar nuevos apoyos financieros y militares para incrementar el conflicto e incluso acercarse a países de áfrica y de latinoamericana, para sumarlos a un esfuerzo en el campo de la rusofobia. No les ha ido bien en ese plano, pues parte importante de los gobiernos de esos países de lo continentes mencionados, son conscientes que se les quiere utilizar como se ha hecho en otras guerras, donde los beneficiados son los grades complejos militares industriales occidentales. Los mismos que hoy se frotan las manos y agrandan sus bolsillos con los cientos de miles de millones de dólares que están obteniendo como beneficios en esta guerra. A lo que hay que sumar la hipoteca de Ucrania en materia territorial y de recursos naturales.
El llamado Sur Global está en otra dirección, está en el camino de fortalecer vínculos, de estrechar lazos, de ampliar, por ejemplo, a los miembros el BRICS, que tendrán su próxima Cumbre precisamente en Rusia, en Kazán en el mes de octubre. Los postulantes para sumarse a este bloque de países son 34, que muestra la esperanza de salir de la influencia malsana de este occidente que ha usufructuado de nuestros países en función de sus propios objetivos de dominio. Existen excepciones en nuestros gobiernos como es el caso del gobierno chileno presidio por Gabriel Boric, el de Argentina por Javier Milei y el uruguayo con Lacalle Pou, quienes pretenden convertirse en voceros de esta política a favor del régimen ucraniano, manejada desde Washington y Bruselas. Apoyar las presiones contra rusia y tender abrazos y sonrisas a Zelensky cuyo mandato presidencial terminó el pasado mes de mayo y sólo se mantiene en función del decreto de la ley marcial.
Resulta evidente y ciertamente peligroso el propósito estadounidense de atraer a la región latinoamericana hacia la idea de otorgar apoyo económico y militar a Ucrania. Decisión que no detendrá el conflicto como pretenden consignar los medios occidentales en apoyo a los grandes conglomerados militares que han multiplicado sus ganancias con esta guerra, sino que la prolongará aún más. Incrementará el número de víctimas, sobre todo en el sector ucraniano y con ello se acompaña la destrucción, aún más profunda, de las infraestructuras y servicios básicos de este país a pocos meses del inicio de un cruento invierno.
Igualmente, es imposible seguir aceptando que mercenarios latinoamericanos sean atraídos por el gobierno ucraniano, usándolos como carne de cañón. Consignaba en un artículo hace apenas un año que “El ejército ucraniano tiene dos tipos de mercenarios para contratar en la guerra que la OTAN y Washington llevan a cabo en su territorio contra Rusia. Uno, el personal preparado que suele manejar los equipos y tecnologías más avanzadas, proporcionadas por las potencias occidentales y que suelen ser oficiales de los mismos países de la OTAN y, por otra parte, una gran masa de “carne de cañón” que son lanzados al campo de batalla terminando sus días con algo de dólares en sus cuentas, pero al final de la jornada, como un número más en las enormes bajas en las filas de las fuerzas del régimen kievita. Entre estos últimos se encuentran, precisamente los mercenarios latinoamericanos” (4).
El gobierno colombiano presentó a principios de este mes de septiembre ante el Congreso del país un proyecto de ley para prevenir el reclutamiento de colombianos como mercenarios, y se aprobó la “Convención internacional contra el reclutamiento, la utilización, la financiación y el entrenamiento de mercenarios”, establecida por la ONU en 1989, de la que Colombia no era parte (5).
En numerosos informes públicos e incluso entregados ante organismos internacionales, el gobierno ruso, a través de su Ministerio de Defensa ha denunciado que cerca de 80 países, utilizando incluso sus representaciones diplomáticas como agencias de empleo, tiene connacionales contratados como mercenarios en Ucrania. Se ha consignado que los países latinoamericanos que más combatientes han aportado en esta colación de tropas contra Rusia destacan Colombia – de larga tradición en este tipo de materia incluyendo el sicariato. De Latinoamérica han viajado también mercenarios argentinos y brasileños. La llamada legión Internacional de defensa territorial de Ucrania, creada por el gobierno del régimen de Zelensky y conformada en su inicio por al menos 20 mil mercenarios de los cuales, se calcula, han sido eliminados el 50%.
El llamado a contratar este tipo de combatientes se comenzó a realizar apenas una semana después del inicio de la operación militar de desnazificación y desmilitarización de Ucrania, como lo denomina Rusia. Ese llamado lo hizo el renunciado ministro de relaciones exteriores Dmytro Kuleba bajo el mecanismo de ponerse en contacto con el Agregado de Defensa de la Embajada de Ucrania en los países donde sus mercenarios quisieran ser parte remunerativamente de esta guerra, una idea que ha sido ampliamente difundida por los medios de comunicación occidentales, que propician y apoyan esta iniciativa destinada a proporcionar carne de cañón militar latinoamericana a Ucrania a precios mucho más bajos que las empresas contratistas estadounidenses o europeas pero que resulta un aliciente porque representa mucho más dinero que el que perciben en sus país (6).
Sumemos a ello la denuncia efectuada por el canciller ruso Serguei Lavrov quien señaló que los servicios especiales de Ucrania reclutan a terroristas islamistas para organizar y realizar atentados contra las fuerzas de los gobiernos de varios países. En una reunión dedicada a la crisis ucraniana, el canciller ruso afirmó que el régimen de Kiev no solamente se aprovecha del apoyo de sus “patrocinadores occidentales”, sino también intenta involucrar de forma muy activa a radicales islamistas en sus actividades terroristas (7). Tal es el caso de la organización terrorista que actúa en Siria contra el pueblo de ese país y el gobierno de Bashar al Assad.
Aquí no se trata de luchar por Ucrania por temas ideológicos o de una supuesta defensa de la humanidad y sus valores occidentales, es lisa y llanamente el vil dinero y frente a ello a ese mercenario le esperan dos salidas: la muerte o ser tomado prisionero. Cuestión advertida por el gobierno ruso no sólo a esos mercenarios latinoamericanos, terroristas venidos de los grupos takfiri en Siria, Irak, libia, sino también a aquellos supuestos especialistas y asesores militares de países europeos que serán considerados como mercenarios y por tanto juzgados sumariamente a la hora de su detención como ya se ha hecho en ocasiones ampliamente publicitadas desde el inicio de la guerra en Ucrania (8).