Un acto clasista y racista realizado en el marco de una actividad privada de estudiantes de una universidad privada que circula en redes hace saltar las alertas sobre una normalización e incluso la justificación de graves hechos ocurridos en abierta transgresión de los derechos humanos, como fue el caso de George Floyd.
Como se recuerda, en las protestas en Estados Unidos durante el 2020, se produjo la muerte del joven activista negro que fue asfixiado por un policía blanco que lo detuvo y le pisó el cuello hasta matarlo.
La protesta por el crimen del joven negro fue masiva y global. Demostraron en el juicio que Floyd estaba totalmente vencido y que el crimen fue un acto cruel e infame de un grupo de policías blancos que abusaron de su posición de fuerza y ultimaron a una persona que quería entregarse. El autor del crimen contra Floyd recibió una sanción de 22 años de prisión.
En el intento de parodiar lo ocurrido en Estados Unidos, los estudiantes llamaron a la escena Asfixia y a Floyd lo representaron en una torta rosada con su foto mientras coreaban su frase final: “No puedo respirar”.
Qué tiene que ocurrir en la mente de jóvenes preparados que están estudiando una carrera profesional, para alcanzar este nivel de desprecio por la vida ajena, en el que además se promueve el clasismo y racismo contra una persona negra y pobre.
La universidad Católica ha anunciado sanciones para quienes se vieron envueltos en estos actos bochornosos y ha reiterado que el espíritu del centro de estudios aboga por la equidad, respeto y pluralidad y que hará todos los esfuerzos por sembrar estos valores entre sus estudiantes.
Es también tarea de la sociedad y el núcleo familiar impedir que se pierda la capacidad de indignarnos ante la injusticia y de luchar por lo que consideramos correcto y justo. Se trata de una labor aún pendiente y que se hace a contrapelo de este alud de desprecio e indiferencia con los que se ve a los más pobres y a los más desprotegidos.