El tarot, los horóscopos y los signos del Zodíaco no son consideradas ciencias ni pseudo-ciencias, sino más bien una forma de adivinación basada en diferentes factores. De hecho el tarot se recoge en la RAE como la «baraja formada por 78 naipes que llevan estampadas diversas figuras y que se utiliza en cartomancia» ((es decir, en la adivinación por medio de los naipes), mientras que el horóscopo se define como la «predicción del futuro basada en la posición relativa de los astros y de los signos del Zodíaco en un momento dado».
El cómo muchas veces las tarotistas logran «acertar» con sus predicciones es algo que siempre es motivo de especulación y se hacen mil y una suposiciones al respecto: casualidad, magia, suerte, invención, manipulación… Se ha escrito de todo sobre cómo puede ser que en ocasiones quienes acuden a tarotistas vean reflejadas en las respuestas de estas su realidad. Pues bien, hoy nosotras vamos a ver cómo lo hacen.
Para conseguir «adivinar» el presente y el futuro de quienes acuden a ellos, las tarotistas se aprovechan de lo que se denomina como «sesgo de información». Como explica Aníbal Bueno en su libro ‘Historia de la superstición’ (28,95 euros), «la mayoría de ellos utiliza lo que se conoce como «lectura en frío», que se basa en que la gente escuche aquello que está deseando escuchar«. Es decir, para empezar nosotras ya vamos predispuestas a que lo que nos cuente la tarotista encaje realmente con nosotras. En este sentido, señala Aníbal, las cinco reglas para una lectura en frío exitosa son:
«Si se cumplen estos cinco puntos (o los cuatro primeros en caso de ser una predicción que no se realiza en vivo) es muy probable que las palabras del adivino accedan a nuestra mente a través de los sesgos cognitivos y aniden exitosamente, haciéndonos creer que se ha acertado» apunta Aníbal Bueno, «una vez ocurrido esto nadie podrá volver a convencernos, a nosotros crédulos usuarios de estos servicios en los que hemos gastado nuestro dinero de que, realmente, todo se trata de una patraña que aprovecha las fisuras de nuestra razón» advierte.