Tomás Angulo nunca imaginó que visitar el set de Magaly Medina para hablar de la tormentosa relación de Pamela López y Christian Cueva iba a perjudicarlo. El terapeuta de parejas no solo terminó su amistad con la ‘urraca’, sino también se vio obligado a suspender sus presentaciones en La Estación de Barranco, junto a la influencer Francis Herrera.
Pero el problema entre Magaly Medina y Tomás Angulo no quedó solo en la palestra. El showman anunció que tomará acciones legales contra la conductora de ‘Magaly TV La Firme’ por el delito de difamación. A raíz de toda la polémica, el psicólogo reveló que su mamá se mostró afectada por la situación.
En entrevista con La República, el terapeuta aseguró que ha logrado mantenerse en televisión por más de dos décadas porque ha sabido adaptarse a lo que cada director o productor le pide. Sin embargo, admite que ha cometido algunos excesos. Pero, recalca, que en la actualidad es mucho más respetuoso con las críticas que le hace a algún famoso.
—Cuando hablas de tus excesos en televisión, ¿solo te diste cuenta o acudiste a otro especialista?
—Al margen de estos 20 años de comunicador en televisión, nunca he dejado de hacer terapia. Tengo 30 años como terapeuta teniendo 10 pacientes al día y sigo supervisado. Para ser terapeuta, tenemos que tener un terapeuta de rigor porque siempre tenemos que ir evaluando cómo nos vamos sintiendo, cómo vamos mejorando o cómo vamos empeorando. En estos 30 años de terapeuta, he tenido cuatro terapeutas y te lo piden para darte la certificación. Siempre estoy analizando lo que digo y cómo lo digo.
—¿Por qué lo haces?
—Primero, por formación y, segundo, porque he llevado mi autocrítica a un nivel más elevado. Para mí, es más fácil pedir perdón cuando me equivoco y eso ha hecho que mejore mis niveles de compasión, de humildad.
—¿Te consideras un buen terapeuta?
—Antes decía ‘sí, soy bueno’, ahora digo ‘sigo aprendiendo y mejorando’. Me doy cuenta de que se puede mejorar más.
—Si atiendes a 10 personas al día, ¿cómo haces para que no te cargues?
—Es un mito. Los terapeutas no nos cargamos por los problemas que nos cuentan, los que se cargan son los psicólogos inexpertos o cualquier persona que no sepa lo que es hacer terapia. Cuando tú me cuentas un problema, no estoy leyendo tu problema como lo haría cualquier persona. Si uno se pone triste o le da cólera, ya dejaste de ser terapeuta.
—¿Cómo se tienen que abordar los problemas ajenos?
—Los terapeutas escuchamos la historia para identificar el origen del problema, para saber qué fortalezas, qué debilidades y qué quiere esa persona de la sesión. Desde ahí, nuestro análisis es frío, es como cuando un cirujano opera. Yo trabajo con la fortaleza de las personas, ayudo a que se sientan mejor y al final logro que se vayan con un nuevo aprendizaje. Entonces, me quedo feliz, alegre, tranquilo. Cuando me preguntan si me cargo, es ‘no’. Al final termino cansado por la alta concentración. Lo que me cansa a mí es estar sentado 8 horas, por la columna y la espalda. Los buenos terapeutas no nos cargamos.
—¿Es mito o verdad que uno se vuelve psicólogo para resolver sus propios conflictos?
—No, eso no es un mito, es una realidad. Todos tenemos heridas emocionales desde pequeños que nuestros padres nos las heredaron, no porque sean malos, sino porque ellos tuvieron sus propias heridas. Se supone que el ser humano tiene entre 5 a 10 heridas emocionales por persona. Es demasiado y los latinos tenemos más. Todas las profesiones que tú buscas es para sanar una herida.
—¿Y por qué elegiste Psicología?
—Mi papá quería que fuera médico porque él no pudo ingresar a la carrera. Era muy flojo y malo. Pero yo no quería porque en ese momento no quería ser como mi papá. Él le pegaba a mi mamá y me mandaron al psicólogo porque tenía conflictos con mi papá. Cuando fui, el psicólogo me dio una paz y dije ‘yo quiero esa profesión’. Estaba entre Ciencias de la Comunicación y Psicología, y el puntaje me alcanzó para Psicología.
—¿Cómo reaccionó tu papá?
—A los dos meses, mi papá me quiso transferir a Medicina. Yo le dije que no, que quería ser psicólogo. ‘Te vas a morir de hambre’, me dijo. Se molestó conmigo, casi me bota de la casa, pero yo me quedé siendo psicólogo y fue para curar mi propio problema.
—¿Qué problema?
—El miedo que tenía para hablar en público, el sentirme poco valorado, insuficiente, comparado. Por las peleas entre mi papá y mi mamá, me hice terapeuta de pareja. Los psicólogos no lo hacemos solamente por la vocación de ayudar, lo hacemos porque si queremos ayudar, es porque en algún momento hemos necesitado ayuda y sabemos de la importancia que es que nos ayuden. Me hice terapeuta de parejas y me enfrasqué en la infidelidad porque mis padres cometieron esos errores. Ahora puedo entender el porqué lo hicieron. Ya los perdoné, ellos también me perdonaron.
—¿Es mito o verdad que cuando conversas con un psicólogo, todo el tiempo te va analizando?
—Es otro mito. Si conversas conmigo, hay cosas naturales que salen de mí. Por ejemplo, el tono de voz, tu postura corporal, el cómo pagues, el cómo tú comas o el cómo trates a tu pareja, me da un análisis, me da información que tengo como psicólogo. ¿Crees que voy a estar analizando a todas las personas si no me han pagado? No, porque es una chamba, que implica alta concentración y escuchar con atención plena. Pero si nos proponemos analizar a alguien que nos interesa, lo hacemos rápidamente. Es más, los psicólogos somos recontra hipócritas. ¿Por qué? Porque tú le puedes decir ‘no me estés analizando’ y este puede decir ‘no’, pero ya te está analizando.