«Nihil obstat» vaticano a una de las mayores potencias económicas de Asia, a su modelo de desarrollo y a su crecimiento sostenible. Y no es un respaldo menor, teniendo en cuenta la sensibilidad social del Papa Francisco. Esta reflexión personal se desprende después de escuchar el elogioso discurso que el pontífice argentino ha pronunciado este jueves en el auditorio de la Universidad Nacional de Singapur. Cerca de mil personas se han dado cita en este centro formativo para escucharle. Entre ellos, se encontraban políticos, empresarios, autoridades civiles y diplomáticos.
El Papa no ha dudado en mostrar su impresión por «el bosque de modernísimos rascacielos que parecen alzarse desde el mar». Lejos de denostarlo, apreció que son «un claro testimonio del ingenio humano, del dinamismo de la sociedad singapurense y de la perspicacia del espíritu empresarial que aquí han encontrado un terreno fértil para desarrollarse».
Es más, ha sabido reconocer que los «orígenes humildes» de esta nación que «ha alcanzado un alto nivel de desarrollo demostrando que es el resultado de decisiones racionales y no del azar». «Es el resultado de un compromiso constante para llevar a cabo proyectos e iniciativas bien ponderadas y en sintonía con las características específicas del lugar», apreció el Obispo de Roma. Es más, subrayó que «la de Singapur es una historia de crecimiento y resiliencia».
Fue este el punto de partida, para poner en valor que esta ciudad-estado «no sólo haya prosperado económicamente, sino que se haya esforzado por construir una sociedad en la que la justicia social y el bien común se tengan en gran estima». «Pienso particularmente en vuestra dedicación para mejorar las condiciones de vida de los ciudadanos mediante políticas de vivienda pública, con una educación de alta calidad y un sistema sanitario eficiente», destacó el pontífice en su alocución.
Pero, más allá de estos indicadores, el Santo Padre apuntó que esta isla «es un mosaico de etnias, culturas y religiones diferentes que conviven en armonía». De la misma manera, comentó que esta «positiva integración se ve favorecida por la imparcialidad de los poderes públicos comprometidos en un diálogo constructivo con todos, haciendo posible que cada uno aporte su propia contribución al bien común y evitando que el extremismos y la intolerancia cobren fuerza y pongan en peligro la paz social».
Justo después, el Papa aseguró que «el respeto recíproco, el diálogo y la libertad de profesar las propias creencias, acatando la ley vigente son condiciones determinantes del éxito y de la estabilidad alcanzadas por Singapur, que son requisitos para un desarrollo no conflictual o caótico sino equilibrado y sostenible».
Cuidar de la Casa común
En otro momento de su discurso aludió al cambio climático que estamos viviendo y –subrayó– «no debemos infravalorar el impacto que una pequeña nación como Singapur puede tener en ese ámbito». Para Francisco, «su ubicación exclusiva le ofrece acceso a capitales, tecnología y talentos, recursos que pueden guiar la innovación para cuidar de nuestra Casa común».
También aquí puso a Singapur como referente: «Su compromiso por un desarrollo sostenible y por la preservación de la creación –continuó– es un ejemplo a seguir y su búsqueda de soluciones innovadoras para afrontar los desafíos ambientales puede animar a otros países a hacer lo mismo». El elogio fue aún mayor justo después: «Singapur es un brillante ejemplo de lo que la humanidad puede realizar trabajando junta en armonía, con sentido de responsabilidad y con un espíritu incluyente y fraterno».
Evidentemente, Francisco fue ovacionado por un público que ya le había acogido con complicidad. Le había precedido en el uso de la palabra el presidente de la República, Tharman Shanmugaratnam, de origen indio, pero economista de solidísima formación al que recibió en mayo en Roma. Tras afirmar que «el orden global se está debilitando y los conflictos y agresiones no cesan», la máxima autoridad de Singapur agradeció la contribución de la Iglesia sobre todo en el campo «de la instrucción, sanidad y asistencia social». Con estas premisas, hizo un llamamiento para que «la comunidad global trabaje con mayor determinación para abordar cada uno de estos desafíos». En este sentido, puso en valor que Francisco «es una voz global apasionada contra la guerra». «Nos invita constantemente a trabajar para promover la armonía y el diálogo entre diferentes grupos y religiones», agradeció como anfitrión.