José Luis Escrivá se estrena este jueves en el consejo de gobierno de la institución monetaria, que volverá a aliviar el coste de las hipotecas y de los préstamos ante la moderación de la inflación
El BCE deja las reservas de los bancos en el 1% y seguirá remunerando el resto de su dinero 'aparcado' con fondos públicos
El nuevo gobernador del Banco de España, José Luis Escrivá, se estrena este jueves en el consejo de gobierno del Banco Central Europeo (BCE), que retomará las bajadas de los tipos de interés de referencia, salvo sorpresa mayúscula. La institución monetaria recortó por primera vez en ocho años el 'precio' oficial del dinero en junio —la última decisión en la que intervino el exgobernador Pablo Hernández de Cos— y se quedó a la espera en julio, cuando nuestro país se presentó con Margarita Delgado como gobernadora en funciones, con voz pero sin derecho voto.
Escrivá debutará con la tarea de “domar” la inflación (en la jerga de la política monetaria) ya prácticamente finalizada, aunque el propio BCE no pueda demostrar el impacto del agresivo ciclo de subidas de los tipos de interés que empezó en julio de 2022, desde el 0% al 4,5% donde los dejó en el otoño de 2023, hasta que empezó a reducirlos en junio. En este tiempo, la austeridad monetaria de la institución con sede en Fráncfort ha servido para que los bancos hayan engordado sus beneficios a máximos históricos, para asfixiar el 'bolsillo' de las familias hipotecadas a tipo de interés de variable a través del Euríbor —un 70% del total en España— y para ahogar el acceso a préstamos y financiación en general, tanto de hogares como de empresas.
Este golpe a la actividad es la forma mediante la que el BCE ha buscado intervenir sobre las subidas de precios. La teoría dice que al dañar la demanda (la capacidad de consumir de las familias o de invertir de las empresas), la oferta (las empresas) ajusta los precios de sus productos y servicios. Esta estrategia asume el riesgo de llevar a la economía a una recesión y, por tanto, asume la destrucción de puestos de trabajo. Y, efectivamente, la actividad se ha estancado en la eurozona, con la excepción destacada de España, por diversas razones, como el tirón inédito del sector exterior (del turismo y también de la exportación de otros servicios) y los cambios estructurales positivos en el mercado de trabajo, con una creación récord de empleos menos precarios tras la reforma laboral y el aumento del SMI.
Mientras, la crisis de inflación solo ha remitido cuando los shocks extraordinarios que la originaron han ido perdiendo importancia. Es decir, cuando ha ido quedando lejos la salida de la pandemia y la invasión rusa de Ucrania ha dejado de distorsionar el mercado de la energía. Como comentaba este miércoles Ángel Talavera, economista jefe para Europa de Oxford Economics, es “muy pronto aún para hacer predicciones, pero la caída del petróleo y los combustibles creo nos va a enviar la inflación en septiembre por debajo del objetivo [de los bancos centrales] del 2%”.
En agosto, las subidas de precios se quedaron en el 2,2% (respecto al mismo mes del año pasado) en el conjunto de la eurozona, igual que en España. “Esperamos que el BCE recorte los tipos de interés otros 0,25 puntos, y que reiteren su enfoque de dependencia de los datos y de [ir decidiendo] reunión a reunión para determinar el nivel y la duración de las condiciones restrictivas [de acceso al crédito]”, explica el equipo de analistas de Bank of America. Estos expertos señalan que “el debilitamiento de las perspectivas de crecimiento” ha abierto “discusiones internas” en la institución sobre “si eso justifica bajadas más rápidas”, según han admitido fuentes del propio BCE.
“Mantener los tipos de interés elevados podría ser contraproducente, ya que aumentaría la inflación en lugar de reducirla”, advierte Eric Dor, profesor del IÉSEG School of Management. “Deprimiría la demanda y, por lo tanto, reduciría aún más la actividad y la producción, mientras que las empresas se muestran reacias a reducir el empleo en la misma proporción debido a las dificultades posteriores para encontrar trabajadores cualificados”. Según esta concatenación, “la productividad aparente del trabajo caería, por lo tanto, se elevaría el aumento del coste salarial por unidad producida y, por lo tanto, la inflación si las empresas trasladan sus costes a sus precios”.
“Por lo tanto, fomentar una recuperación de la demanda y la actividad mediante la reducción de los tipos podría ser útil para hacer sostenible la caída de la inflación”, concluye. Además, “la Reserva Federal ha dejado bien claro que podría empezar a reducir sus tipos de interés ya en la reunión de la semana próxima, el 18 de septiembre”. Esto “facilita la decisión del BCE de recortar sus propios tipos esta semana, porque así se evita el riesgo de una depreciación inflacionaria del euro”.
Este jueves, el BCE empezará a cambiar la forma de mirar los tipos de interés oficiales. El consejo de gobierno aplicará, a partir del 18 de septiembre, los ajustes en sus herramientas de política monetaria que anunció en marzo de este 2024. Entre ellos, señala que el tipo de interés principal —el de las “operaciones principales de financiación”, según la define el Banco de España y que está en el 4,25%— lleva una década sin utilizarse para las operaciones entre los bancos y es la facilidad de depósito —que está en el 3,75%— la que fija el 'precio del dinero' en el mercado.
“Este cambio tiene que ver con la respuesta del BCE a las sucesivas crisis que han sacudido el área del euro en los últimos años y que se ha traducido en una inundación de liquidez del mercado. En esas condiciones, lo relevante para los bancos no es el tipo de interés al que pueden obtener una liquidez que les sobra, sino el tipo al que pueden depositar esa liquidez sobrante en el Eurosistema —en el Banco de España, en el caso de nuestro país—. Esto es, el tipo de las 'operaciones principales' deja de ser la referencia, para serlo el de la facilidad de depósito”, explican desde el Banco de España.
En esta misma línea, el BCE va a reducir el diferencial entre el tipo de interés de los operaciones principales de financiación y la facilidad de depósito de 0,5 puntos a 0,15 puntos. “Se puede dar la impresión errónea de que ha habido un recorte de tipos mayor del que en realidad se ha producido (si es que lo hay)”, añade el Banco de España. “Si el jueves se mantuvieran los tipos, el de las operaciones principales bajaría en todo caso de forma automática 0,35 puntos. Si se decide recortar 0,25 puntos, el de las operaciones principales bajaría 0,6 puntos”, detallan desde el organismo.
Estas modificaciones anunciadas en marzo recuerdan que “el principal objetivo del marco operativo [del BCE] es garantizar la implementación efectiva de la política monetaria de acuerdo con las disposiciones del Tratado de la Unión Europea (UE)”. Principalmente, tener controlada la inflación cerca del objetivo teórico del 2%. Además, el comunicado de la institución añade la meta “secundaria” de “apoyar las políticas económicas generales [comunitarias], en particular la transición a una economía verde, sin perjuicio del objetivo principal del BCE de estabilidad de precios”. El BCE vuelve a omitir cualquier mención concreta al mercado laboral.
La revisión del “marco operativo” del banco central se centra en aspectos técnicos de las herramientas para garantizar la liquidez del sector bancario y continúa beneficiándolo directamente. Por ejemplo, el BCE decidió mantener el requisito de reservas a los bancos en un coeficiente del 1% (aquí está la explicación técnica). Igualmente, la remuneración de estas reservas mínimas que las entidades deben guardar en el Eurosistema —el Banco de España en nuestro caso, y el resto de bancos centrales de cada país del euro: Bundesbank, Banca d'Italia o Banque de France— permanece “sin cambios en el 0%”, apunta la institución en su comunicado. De esta manera, el resto del dinero que los bancos 'aparquen' en los bancos centrales seguirá remunerado según el tipo de interés de la facilidad de depósito (que actualmente está en el 3,75%), con dinero público.
Las propuestas de Sumar en España o de diferentes grupos de presión europeos para elevar el porcentaje de dinero exento de remuneración del total que los bancos aparcan en los bancos centrales han caído en saco roto. “Los bancos de la eurozona están obteniendo sustanciales beneficios extraordinarios libres de riesgo que superaron los 140.000 millones de euros en 2023, simplemente depositando fondos en el Eurosistema”, arranca una carta abierta publicada en marzo por Positive Money EU, una organización sin ánimo de lucro que pelea por un sistema monetario y bancario más justo y equitativo.
Estas ganancias “extraordinarias” rozaron los 10.000 millones para las entidades españolas en 2023. Se trata en realidad, según Sumar, de una transferencia pública. Además, representan una buena parte de sus ganancias récord: 26.000 millones en el caso de los grandes bancos, que también han aprovechado la expansión de sus márgenes por las subidas de tipos y su traslación al euríbor de las hipotecas y al coste de los préstamos en general.
“La importante transferencia desde el erario público a los bancos [por la remuneración del mecanismo de la facilidad de depósito] hace que el Banco de España registre pérdidas en 2023. Estas pérdidas son compensadas con provisiones en su cuenta de resultados, pero recortarán el patrimonio neto del banco. Sin embargo, tanto las pérdidas del año pasado, como las provisiones dotadas en los años precedentes con cargo a los beneficios del regulador han supuesto un substancial recorte de los ingresos públicos por el recorte de los dividendos abonados por el Banco de España al Tesoro”, explica Sumar. Estos dividendos suelen estar en torno a 2.000 millones anuales y en 2023 fueron cero.
“Instamos al Consejo de Gobierno [del BCE] a considerar una revisión de las reservas mínimas requeridas”, continúa la misiva de Positive Money. “Es muy preocupante que mientras los bancos reciben un 3,75% por el dinero que dejan en el Eurosistema, sus clientes reciben una remuneración mínima sobre sus ahorros”, incide esta denuncia pública, que firman expertos como Yuemei Ji, de la University College London; Paul De Grauwe, de la London School of Economics; Sebastian Diessner, de la Leiden University; Andrea Roventini, de la Scuola Superiore Sant’Anna; o Philipp Heimberger, de la Vienna Institute for International Economic Studies.