Hace seis años el director del museo Picasso , Emmanuel Guigon, tuvo la buena idea de organizar una exposición sobre la cocina de Picasso. Desde su llegada a Barcelona, el artista malagueño mostró su interés por la gastronomía: su primera aportación, aquella carta que dibujó para Els Quatre Gats y le permitió comer gratis en la taberna de Pere Romeu: a finales del XIX, el bono de 30 comidas costaba 60 pesetas. Si a Picasso le interesaba tanto la comida, en su factor humano y cultural, su museo barcelonés debía habilitar un espacio donde se hicieran realidad los placeres de la gastronomía. De acuerdo con Guigon, el chef Romain Fornell se puso a la labor de montar un bistró de ambiente parisino en un palacio de la Barcelona condal. Un restaurante cuya carta rezuma amor por la cocina francesa y también por Barcelona, la ciudad de adopción de Fornell desde hace veinte años. El resultado es Cafè Pablo, un restaurante con dos salas interiores, patio interior y una gran terraza cubierta con una decoración de carteles de la Belle Époque y de aquel París que era una fiesta en los años veinte del siglo XX. Con Cafè Pablo Fornell amplía la lista de restaurantes de Goût Rouge, el grupo de restauración integrado por Caelis, La Plassohla, Rooftop Ohla Barcelona, Azul Rooftop Barceloneta, Tejada Mar y Café Turó. Cafè Pablo quiere ser cien por cien francés y cien por cien barcelonés: «No sé cómo se hace eso, pero yo soy así», ironiza Fornell. La respuesta está en una carta que Fornell califica de «viaje culinario»: los recetarios franceses del foie «micuit», los picassianos caracoles a la Borgoña, el entrecot con salsa café de París y las pequeñas cigalas Robuchon armonizan con las croquetas de «carn d'olla» y las lonchas de jamón ibérico y el catalanísimo pan con tomate. Como los dioses están también en la cocina y un museo sin público no existe, Guigon, el director que ha incrementado del cuatro al veinte por ciento los visitantes barceloneses del museo Picasso confía que Café Pablo, con sus fórmulas de mediodía por veinte euros, sea otro buen motivo para acercarse al palacio de Moncada: «Un restaurante para comer bien y, sobre todo, para encontrarte con los amigos». Esa es, sin duda, la mejor de las fórmulas.