«Esa mujer corre 100, 200, 400. Corre todo y gana todo», le oigo decir, mientras cocino, a una vecina creyente que sabe de deportes lo que yo de astrología. «Ya son 11 oros, pero dicen que se retira. Qué lástima. Dios la bendiga siempre», remata y cambia de tema. Así, de esa manera tan pintoresca, supe que Omara Durand ganó su última carrera en París, la última de su vida deportiva.
De ella se ha escrito mucho y se ha hablado mucho y seguro mucho falta por contar sobre alguien en quien yo, personalmente, confié con plenitud que ganaría sus tres pruebas en los Juegos Paralímpicos de la urbe francesa: 100 metros, 200 metros y 400 metros planos, como bien dijo la señora de mi edificio este sábado soleado en Santos Suárez.
La confianza que le puse a la santiaguera me recordó a la que le otorgué, en un círculo muy cerrado, al boxeador cienfueguero Erislandy Álvarez en la cita bajo los cinco aros pasada. De un tiempo para acá he creído lo suficiente en él y solté que era mi título más seguro. Me arriesgué y no fallé, como tampoco Erislandy ni Omara.
Durand colgó sus zapatillas de la misma manera que Mijaín López. No hablo de los célebres segundos del gladiador pinareño colocándolas en el centro del colchón como genial mensaje de despedida. Mijaín escribió con letra grande y dorada el cierre de su dinastía y Omara, tras ganar ayer la final de los 200 metros, con crono de 23.62 segundos, hizo exactamente igual. Por supuesto, la mejor forma de terminar una trayectoria impecable es en el pináculo del templo de los inmortales.
Mientras escribo estas líneas, repaso el resumen de la cubana de 32 años y en su perfil en la versión en inglés de Wikipedia se aprecia algo maravilloso. Deslizo el dedo sobre el móvil y veo, una encima de otra, numerosas g doradas —de gold, oro en español— que equivalen a los cetros ganados por ella en Juegos Paralímpicos (11), campeonatos mundiales (14) y Juegos Parapanamericanos (12). En total, 37 coronas, sin platas, ni bronces.
Así de increíble es esta mujer que este sábado, además de su oncena medalla de oro en lides paralímpicas, regaló diferentes momentos que perdurarán. Yo me quedo con los varios segundos que lloró, como niña inocente de diez años, en el centro del podio.
Aunque no dijo el color, la parajudoca holguinera Sheyla Hernández (+70 kg) prometió que regresaría de París con una medalla y lo cumplió. Ayer, en el último día de acciones para la delegación cubana, se colgó la presea de plata, tras caer en la final ante la brasileña Rebeca de Sousa, víctima de la antillana en los últimos Juegos Parapanamericanos de Chile.
Y en el caso del paratleta tunero Ever René Castro concluyó en el quinto puesto del lanzamiento de jabalina, con disparo de 34,34 metros.