FIRMAS PRESS.- Nicolás Maduro tiene la imaginación de un botijo. Cuando se le complica la situación en Venezuela, saca los farolillos y anuncia que ha llegado la Navidad, aunque en el calendario falten unos meses para que, verdaderamente, sean las fechas de tan señaladas festividades.
Desde que el gobernante venezolano perpetró el fraude electoral en los comicios presidenciales del pasado 28 de julio, lejos de consolidarse en el poder, su autogolpe ha provocado repudio internacional y el auténtico ganador (según entidades tan reputadas como el Centro Carter), el candidato opositor, Edmundo González, es a quien la mayoría de los venezolanos reconocen como el presidente electo.
Eso no quita para que Maduro se aferre al poder y no piense soltarlo hasta el 2030, o tal vez nunca, en sus aspiraciones de dictador perenne. Pero es muy consciente de la frustración de una sociedad sumida en la pobreza, con familiares desperdigados en la diáspora y sin señales de que el chavismo consiga remontar una crisis que se ha enquistado.
En vez de trazar un plan de traspaso de poder que propicie el cambio, lo único que se le ocurre al discípulo de Hugo Chávez es adelantar la Navidad y que esta se prolongue hasta enero, como si los venezolanos dispusieran del ánimo y los ingresos para celebrar unas fiestas que cuestan dinero.
Tirando del populismo más zafio y manipulador, Maduro pretende bajar el volumen del descontento con jarana, una distribución de juguetes o bebida para todos. La estrategia es la de distraer al pueblo de los problemas que comenzaron hace 25 años y que no han hecho más que agravarse a fuerza de torpeza y corrupción por parte de un gobierno podrido desde sus cimientos y que ahora enfrenta severas sanciones de Washington y la Unión Europea.
Mientras Maduro saca las luces fundidas, el arbolito desvencijado y la música de comparsa, su policía política reprime ferozmente a los opositores. Más identificado con el papel de Herodes que con el de generoso Rey Mago, ha levantado la veda para la caza y captura de Edmundo González, el verdadero Papá Noel en esta historia, capaz, junto con la guía de la líder opositora María Corina Machado, de devolverles a los venezolanos la esperanza de un futuro mejor en el marco de una democracia.
Pero el Herodes venezolano recurre a sus sicarios para una cacería que dirige Diosdado Cabello, una de las figuras más tenebrosas del chavismo. El título de su programa radiofónico lo dice todo de él: Con el mazo dando. Y duro.
Al menos en dos ocasiones anteriores, Maduro adelantó por decreto la temporada navideña y siempre lo ha hecho cuando no tiene nada mejor que ofrecer. El escenario se repite, solo que, si cabe, es peor. La escasez y la represión carcomen al país.
No hay otra manera de explicar el fenómeno de casi ocho millones de personas que han emigrado a distintas partes del mundo, muchas de ellas, jóvenes que huyen de una tierra en la que no ven posibilidades de salir adelante. Es en el extranjero donde se benefician del valioso aporte laboral de la diáspora venezolana.
Además de despótico, el otro cuño de Nicolás Maduro es lo patético que resulta en su afán por restarle peso al desprestigio internacional que arrastra como un apestado. Por más que pronuncie discursos hinchados, casi nadie le concede una legitimidad que no le corresponde.
Vive de okupa en el Palacio de Miraflores y él lo sabe. No es casualidad que las actas electorales hayan desaparecido por arte de magia. Lo que le queda es sacarse de la manga que ya es Navidad en Venezuela, y se pone un chándal rojo para estar a juego con su pesebre particular. A cuestas lleva un saco cargado de miseria. Con toda seguridad, los Reyes le dejarán carbón otro año más.
@ginamontaner
La autora es periodista.