Con alegría y orgullo, Tijuana albergó el Seminario Nacional de Formación de Empresarios Jóvenes. Más de cien emprendedores de cincuenta ciudades enfocaron proyectos que, a todas luces, beneficiarán a la sociedad. Luego de la clausura, rumbo a El Porvenir, fui invitado a probar “el mejor desayuno del mundo”, reconocimiento que La Cocina de Doña Esthela se granjeó tras décadas de superación y empeño. Entonces caí en cuenta de la distancia entre ambos, el joven emprendedor que arranca, y Doña Esthela quien, arraigada a su comunidad, prospera. ¿Qué pueden descifrar los jóvenes, que miran al mundo en todo su potencial, de la trayectoria de Doña Esthela?
En medio del ímpetu creador y el dinamismo transformador que caracterizan a las empresas nacientes, existe un riesgo latente: perder de vista la rentabilidad. Así como requieren de un impulso que las ponga en movimiento, de responsabilidad social y de las más nobles motivaciones, las empresas exigen también de la tranquilidad que los réditos conllevan. No podemos olvidar que una empresa es un proyecto de vida, su meta es la prosperidad y la felicidad de todos y de uno mismo.
Durante el seminario fue imposible ignorar la energía y las buenas intenciones de las personas allí reunidas. En honor a esa comunidad, me gustaría insistir en la importancia de la rentabilidad para el bienestar y la supervivencia de las empresas. Alguna startup de nombre pegajoso, fama ascendente y con miles de seguidores en las redes sociales podría pasar por exitosa. Hasta que un día nos enteramos de que, lamentablemente, ha desaparecido debido a problemas financieros. Según el último reporte del INEGI sobre la demografía de los negocios del 2023, la tasa actual de mortalidad de las Pymes coincide con las cifras previas a la pandemia: cierran, en promedio, siete de cada diez empresas después de los dos primeros años de vida. Las empresas de la economía informal son especialmente vulnerables. Conocemos el refrán, sabemos de qué va asfaltado el camino al infierno.
Ser rentable, cuando los ingresos superan a los gastos y a los costos, significa también no edificar sobre la arena: es aquello por lo que una empresa llega a ser un negocio, el índice de su viabilidad a lo largo del tiempo. Una empresa es lucrativa solo cuando lo que inviertes en ella fructifica, cuando tu esfuerzo propicia la prosperidad, y es por ello que estoy convencido de que hacer lo correcto es rentable.
Sin dudas, mediante la búsqueda de la innovación, la capacitación tecnológica y un enfoque en los valores, las empresas pueden llegar a ser financieramente exitosas. Aun así, hay algo todavía más importante: mirar hacia adentro, un ejercicio permanente de introspección. Hablo de la educación financiera, aspecto tanto esencial como intangible en la administración de cualquier organización, tan básico como tener los pies en la tierra, algo que Doña Esthela efectivamente ha logrado. La claridad que un presupuesto financiero nos brinda, la ecuanimidad que precisa distinguir los gastos necesarios de aquellos motivados por emociones pasajeras, la tranquilidad que depositamos en los ahorros, todo esto conforma la educación financiera. Para un negocio es tan obligada la moderación como invitada la pasión, y es mediante el puente que la educación tiende que lograremos armonizarlas. Con finanzas estables avanzaremos juntos, sin dejar a nadie atrás.