Estos locales en los pueblos riojanos de Daroca, Azofra y Medrano han tomado un nuevos impulso en los últimos meses, mientras que en Sojuela temen que a finales de mes se quedan sin servicio
La Rioja vaciada no quiere quedarse sin bares: las soluciones de los pueblos para mantener su centro social
Los bares en los pueblos pequeños son mucho más que eso. Son sobre todo punto de encuentro en lugares donde la despoblación y la soledad no deseada de personas mayores son grandes amenazas. Cuando el bullicio del verano se va, las familias vuelven a la ciudad y solo unos pocos se quedan durante el invierno, los bares son el centro social indispensable para que los vecinos compartan su día a día.
Sin embargo, la vida de estos establecimientos también flaquea. En los pueblos más pequeños el único bar que tienen es municipal y los ayuntamientos se encuentran últimamente muchos problemas para encontrar personas que quieran apostar por estos negocios, que si bien requieren mucho sacrificio, encuentran la gratificación de ofrecer un servicio fundamental en lugares donde son muchas veces el único centro social.
De hecho, el Gobierno de La Rioja está planteando una nueva línea de ayudas para centros sociales en pequeños municipios. Así lo anunció este martes el presidente Gonzalo Capellán en el Debate del Estado de la Región tras destacar estos centros como “un recurso dinamizador de la vida social y que favorece el fortalecimiento de los nexos de unión de los vecinos”.
Sin el saludo del que está en la puerta del bar te sientes mucho más sola
Bien conocen su importancia los vecinos de Medrano, que después de más de dos años sin bar, sus algo más de 300 habitantes han recuperado el servicio este verano. Aitor Fernández lleva dedicándose a la hostelería en la zona de Moncalvillo unos trece años y regenta el restaurante de Ventosa desde hace 10. “El alcalde y los vecinos de Medrano venían a Ventosa y me comentaron que iba a salir el bar a subasta”. Tras ver como eran las instalaciones, “un restaurante a pleno lujo”, Aitor y su mujer, María Martín, apostaron también por este bar. “A los vecinos es a quienes más beneficia que los bares de pueblo estén abiertos, en Medrano les hacía falta”.
Ahora llegan a ofrecer en Medrano más de 50 comidas los fines de semana de comida clásica riojana y tienen servicio de bar durante todo el día. “Medrano es pueblo de bar, los vecinos de todas las edades quedan aquí, es punto de encuentro y centro social para que las personas mayores no se sientan solas”, apunta Aitor Fernández, satisfecho con la andadura. La experiencia le dice que para que estos negocios funcionen hay que trabajar, “hay que hacer cosas para que la gente venga, no te puedes quedar esperando detrás de la barra a que entre algún cliente”, pero confía en que el invierto también irá bien al ser una zona con mucho tránsito hacia el monte.
Sin embargo, en la situación contraria están en Sojuela. El próximo 30 de septiembre el abastecedor de su bar municipal deja el negocio por motivos personales y el bar estará cerrado a la espera de que otra personas quiera ponerse al frente. El pliego sale a licitación en los próximos días y en el Ayuntamiento pondrán todas las facilidades: “Hemos puesto un precio simbólico, de 50 euros al mes, en el que se incluye el agua y la luz”, señala el alcalde, Diego Sojuela.
En este momento el responsable está de vacaciones y los vecinos y vecinas están viendo la importancia de su bar: “en todos los pueblos este es el centro de reunión, se hace una labor social más que económica, especialmente en invierno que hay menos personas viviendo y salen menos”, apunta. De hecho, en otros momentos que Sojuela se ha quedado sin una persona para regentar el establecimiento, los propios vecinos se han organizado en turnos para mantener el servicios.
Muy cerca, en Daroca de Rioja, también ha habido cambio detrás de la barra del bar. El verano empezó con el cierre del bar municipal, el único del pueblo, y sus 60 vecinos y vecinas empadronados, pero que entonces empezaba a multiplicarse, iban a otros pueblos para compartir un rato con amistades o familia. “Las personas mayores no salían, no sabías ni quién había en el pueblo. Sin el saludo del que está en la puerta del bar te sientes mucho más sola”, cuenta una vecina. Hasta que se lo ofrecieron a Roberto y no se lo pensó: “Había trabajado como camarero, pero mi ilusión era tener mi propio negocio”. Además, en invierno solo abre los fines de semana, por lo que lo podrá compatibilizar con su otra ilusión: lanzar un disco como cantante.
Roberto lleva al frente del bar de Daroca desde el 25 de julio. “La gente estaba deseando, es un centro de reunión muy necesario, en los pueblos pequeños no hay otro ocio”, destaca. Hace una valoración buena del primer mes y, aunque sabe que el ritmo bajara tras el verano, esta contento: “Me han acogido muy bien, la gente es maravillosa, se preocupan por mí y por que esté a gusto para seguir teniendo el servicio”, explica Roberto.
Todos coinciden en el carácter acoger de la clientela de los pequeños pueblos. La familia de Leonardo decidió cambiar de oficio y desde hace unos ocho meses regenta el Bar Sevilla, en Azofra, en pleno Camino de Santiago. Desde que llegaron de Brasil, se habían dedicado a la construcción pero los dueños anteriores iban a cerrar y se lanzaron a emprender en la hostelería. Adaptados a los horarios de los peregrinos, abren la puerta a las 6.30 por la mañana y son muchas horas detrás de la barra que organizan entre la familia. Era una apuesta arriesgada pero están satisfechos. Saben que “donde las personas hacen vida en estos bares” ellos la están haciendo un poco mejor a sus vecinos.