La toma de posesión de la nueva presidenta del CGPJ y el Tribunal Supremo, Isabel Perelló, duró apenas siete minutos. Sin embargo, como en muchos actos oficiales, la parte más interesante del evento tuvo lugar después.
Todos los magistrados, fiscales y vocales del órgano de Gobierno de los jueces que acudieron al evento se reunieron en la habitación contigua al Salón de Plenos del alto tribunal, donde se había celebrado el acto, en un ambiente cordial, caluroso e informal.
La ministra de defensa, Margarita Robles, y la presidenta del Congreso de los Diputados, Francina Armengol, fueron de las primeras asistentes en irse. No obstante, Félix Bolaños, el ministro de Justicia, decidió quedarse hasta el final, lo que ya es llamativo por sí mismo. Porque el ministro no suele alargar demasiado su presencia en los actos oficiales a los que va. Esta vez, sin embargo, ha sido de los últimos en abandonar la estancia, una hora después de que finalizara la toma de posesión.
A medida que la sala se vaciaba y los magistrados volvían a sus respectivos despachos, una pareja singular atrajo la atención de los curiosos: Félix Bolaños y Manuel Marchena, el presidente de la Sala de lo Penal del Supremo.
Al principio, ambos sonreían: era el primer saludo. Pero la conversación avanzó y llegó un punto en el que pareció que se ponía tensa. Marchena se cruzaba de brazos, con la cara seria, y Félix Bolaños se mantenía muy cercano al juez, como si estuviera vigilando para que no se escuchara nada.
Ambos estuvieron hablando más de diez minutos de reloj hasta que fueron interrumpidos por otras personas. Poco después, el magistrado de la Sala Segunda abandonó la habitación y al poco tiempo lo hizo Bolaños. “Todo bien con Manolo”, tranquilizó el ministro a los que se interesaron por esa extraña conversación. No quiso concretar de qué habían estado hablando.
