«La victoria pertenece al más tenaz» es la fantástica frase que preside la pista principal de Roland Garros , la Philippe Chatrier. Y este miércoles, ese fue Martín de la Puente . El español, con una cinta en la cabeza al más puro estilo de Rafael Nadal, se metió de lleno en la lucha por las medallas tras un recital en la tierra gala. No lo tuvo fácil, porque se enfrentaba al local Stephane Houdet y las gradas se convirtieron en una fiera selva para apoyar a su compatriota. Aun así, el gallego, as del revés y tras un primer y último set de matrícula de honor (6-2, 4-6, 6-1), pudo contra todo y la meca del tenis acabó siendo monopolizada por una silencio digno de un cementerio. Aunque Martín de la Puente (Vigo, 25 años) es uno de los astros más relucientes del tenis internacional en silla de ruedas, campeón del US Open en 2022 de dobles, finalista de Wimbledon este mismo año, actual número tres del ránking ATP y que en París 2024 participa en sus terceros Juegos Paralímpicos, como tantos otros niños del sur de Galicia tenía un único objetivo: marcar un gol para el Celta en el estadio de Balaídos. El club vigués, desde hace décadas, ha hecho que este sueño sea mucho más plausible que en otros lugares de España, pues aproximadamente el 90% de la cantera del club celeste está compuesto por jóvenes de la provincia de Pontevedra. Los padres del tenista siempre le inculcaron su amor por el tenis, pero él no paraba de corretear por los céspedes en busca de esa lejana meta. Hasta que cumplió siete años, momento en que su vida dio un vuelco inesperado. Se le detectó que tenía el síndrome de Proteus , una rara enfermedad que provoca que ciertos huesos tengan un crecimiento anormal y desproporcionado respecto al resto. Así, cuando Martín tenía solo ocho primaveras ya calzaba para su pie izquierdo un 45, lo que le impedía andar. Un dedo de su mano también sufrió los mismos síntomas y fue entonces cuando comenzó una dura batalla. Se le limaban las zonas afectadas y llegó a acumular 16 operaciones hasta que sus médicos decidieron que lo mejor era optar por la amputación. «Cuando desperté de la operación aún sentía el pie, pero era el síndrome del miembro fantasma. Me quité la sábana y al ver que no había nada, me eché a llorar», aseguró en una entrevista a la web 'Dxt Adaptado'. Le costó mucho hacerse a su nueva realidad y, además de no querer usar la silla de ruedas, se privó de placeres como el de ir a la playa en verano, ya que las miradas indiscretas le afectaban, sentía mucha vergüenza por su cuerpo. Ya no cumpliría su sueño de golear para el Celta, pero del bache sí le sacó el deporte. Probó de todo, desde waterpolo hasta hípica pasando por baloncesto o natación. Incómodas situaciones hasta que amarró una raqueta de tenis, gracias de nuevo al empuje de sus padres. Debutó en Río 2016 siendo el tenista más joven de toda la competición con solo 17 años y, aunque sus esperanzas de éxito eran escasas, se fue de Brasil con una victoria en la pista central y con un diploma en dobles. Aquella experiencia llenó su tanque de combustible de pura confianza y decidió que el tenis sería aquello a lo que entregaría su vida. Fue campeón del mundo júnior en tres ocasiones, repitió diploma en Tokio, fue vencedor de la Copa de Maestros en 2022 y ha acumulado hasta la fecha más de 70 victorias internacionales. Pero, como el mismo tenista rememora, fue su actuación en el US Open de 2022 lo que supuso un punto de inflexión en su carrera. «Antes había muchas personas que no me respetaban, pero a raíz de esa victoria noté un gran cambio. Ya no soy aquel niño que veía a todos desde abajo. Voy a por el número uno del ránking mundial». Quizás ese momento aún tarde en llegar, pero al menos, la pista central de Roland Garros ya no olvidará su nombre jamás.