Este texto se publicó originalmente en Viva de La Nación, el 10 de mayo del 2007, a propósito del último concierto que Gustavo Cerati ofreció en Costa Rica. El roquero argentino falleció, a los 55 años, el 4 de setiembre del 2014.
Quizá el que el Palacio de los Deportes no se llenara fue algo bueno. Cierto que los productores preferían que la asistencia fuera mayor pero, al final, quienes llegaron –Gustavo Cerati y varios miles de sus seguidores– lo hicieron por convicción.
Salados. Así deberían sentirse hoy los que subestimaron o le pasaron de largo a Cerati, pues la noche del martes 8 de mayo, el ya veterano cantautor argentino se encargó de dar un conciertazo, un espectáculo que valió cada uno de los (muchos) colones que costaba la entrada.
Por espacio de dos horas, Cerati se dio gusto recorriendo su extenso repertorio. Con un énfasis en el aún fresco álbum Ahí vamos, el cantautor protagonizó un espectáculo frenético y electrizante, en el que los nostálgicos de Soda Stereo salieron premiados con cuatro lujitos.
El sentimiento general decía que el concierto no sería un llenazo. Aún así, los fiebres se decidieron a montar guardia en las afueras del Palacio de los Deportes desde temprano. A veces no importa que no haya tumulto, sino garantizarse el puesto justo delante de la tarima.
Mientras la noche se acercaba, los revendedores que se embarcaron con la esperanza de especular con los boletos tuvieron que vender sus entradas a un precio más bajo que el oficial. Personeros de la productora Evenpro reconocieron que este fue su primer concierto en el país que queda por debajo de las expectativas (y cómo no, si antes tuvieron llenazos al estilo de Ricky Martin y Black Eyed Peas.
Aún así, los fiebres de Cerati –los de verdad– demostraron que no se requiere ser masa para hacerse oír. La audiencia, que ocupó poco más del 60% del espacio disponible, empezó a entrar en calor con Villegas, el acto telonero.
Hecho a imagen y semejanza de su líder, Bernal Villegas, el trío de rock criollo causó una impresión positiva en su debut ante un gran público. Aunque el sonido no fue su gran amigo, los tres de Villegas (Bernal, Abel Guier y Carlos Morales) se la jugaron y, para el final, Bernal se fue a la segura: su clásico Dime qué puedo hacer sin ti fue coreado de buena gana.
8:45 p. m... luces fuera... empieza una intro algo electrónica a cargo de una sólida banda de cuatro integrantes... delirio entre la asistencia... alguien ondea una bandera argentina y más allá otra que al parecer viajó desde Honduras... celulares en lo más alto... un flaco de peinado indomable hace su entrada a escena...
Con Artefacto fue que Gustavo Cerati inició su reencuentro con el público costarricense, tras buen rato de no asomarse por acá (las fiestas VIP no cuentan).
El argentino no se enredó con habladas ni cuentos: quería tocar y se le notaba. De ahí que él y sus secuaces no dieron descanso y la descarga de temas fue continua. El público no podía estar más feliz y se tragó con placer La excepción, Uno entre mil, Bomba de tiempo, Adiós y Caravana.
El primer punto alto llegó de la mano de la nostalgia. Nadie niega que aquellos que solo asocian a Cerati con De música ligera y El temblor tienen mucha tarea pendiente. Sin embargo, ¿cómo aquella amalgama de treintañeros no iba a brincar feliz con Juego de seducción? Era escuchar en vivo, después de mucho, a un pedacito de Soda Stereo.
Contrario a los que algunos creen, Cerati también quiere a Soda (la mentada reunión ya no suena tan utópica). Por eso, de seguido el cantante le entró a otro recuerdo de su antiguo trío, no a uno de los quemados, sino a Nuestra fe... todo un regalazo para los más estudiosos.
El desfile de temas de la cantera solista de Gustavo siguió causando estragos: Médium ... Me quedo aquí ... Engaña ... y de nuevo otro trozo de Soda Stereo: el matiz puro de Té para tres. Sin palabras.
Con Karaoke, Cerati le abrió campo a una de las piezas que se nota disfruta más de tocar en vivo: su versión para Bajan, del maestro Luis Alberto Spinetta (que, por cierto, cantará aquí en junio).
Cosas imposibles, Pulsar y Lago en el cielo marcaron el cierre del espectáculo y la despedida del flaco roquero... sin embargo, bien vale aquello de que lo mejor se queda para el final.
Biografía de Gustavo Cerati, un emblema en el rock latinoamericano
¡Otra, otra! Cerati no se hizo mucho de rogar y retornó a la tarima para un encore de lujo, de esos que parece salido de la lista de deseos de un fan.
Primero Crimen, esa “balada tonta”, como él la llama, que lo volvió a la fama el año pasado; luego una enorme, psicodélica y sabrosa versión de Paseo inmoral, que incluyó un brochazo de influencia Bowie, y de seguido una intro a la AC/DC para Prófugos ... un clasicazo de Soda (con goticas de Just Like Heaven, de The Cure) que puso a vibrar a todo Heredia.
Jugo de luna fue la última en el repertorio pero, antes de marcharse, Gustavo tiró el anzuelo del antojo con unos cuantos acordes de Persiana americana. Si la idea era dejar a todos picados... lo logró.