«Es un puto sueño», decía Pablo Castrillo. No se imaginaba el corredor de Kern Pharma ya ganar en Manzaneda, pero el Cuitu Negru es otra historia. Una cima de leyenda, un sendero en el que los cuerpos se retuercen sobre la bicicleta y las almas piden clemencia. Territorio infernal coronado, además, por la niebla.
Una niebla que atrapaba a los ciclistas camino de la cima como si fueran columnas de humo saliendo de la boca del infierno. Así recibía el Cuitu Negru a los ciclistas, encabezados por Pablo Castrillo. Alma de fuga y piel de aventurero.
Viajó toda la etapa acompañado por dos rusos, Vlasov y Sivakov, uno convencido y otro en excedencia. Dos ciclistas de categoría a los que superó ya en las últimas rampas de Pajares, antes de enfilar esas cuestas que ese doblan con un 24 por ciento de inclinación y que obligan a los ciclistas a cambiar los desarrollos para convertir las bicis de carretera en bicis de montaña.
Primoz Roglic llegó incluso a cambiar de máquina antes de la última ascensión para poner un monoplato y piñones con un montón de dientes. Después hizo una maniobra irregular al hacer un tramo refugiado tras el coche de su equipo para volver a unirse al pelotón. 54 segundos detrás del vehículo. Una estrategia sancionable que no le sirvió para vestirse de líder y tampoco para distanciarse de Enric Mas.
Los favoritos hicieron toda la carrera al ritmo que marcó el T-Rex de Mikel Landa esperando un ataque de su líder que llegó demasiado pronto. A falta de siete kilómetros arrancó el alavés. Con poca fe, porque Roglic siempre estaba a su espalda. Y cuando parecía que los escapados iban a terminar su aventura, encontraron su espacio de nuevo.
La estrategia del equipo de Landa no le sirvió de mucho. Era un puerto apropiado para él, pero madrugó mucho para atacar. En los kilómetros finales de Pajares todavía Roglic se sentía cómodo. No había comenzado a sufrir y respondía con facilidad a los ataques de Mikel.
El sufrimiento comenzó después, cuando ya sólo quedan el hombre y su máquina contra el asfalto. Roglic se fue en los último tramos de la subida que lleva a ña estación de esquí de Valgrande, en la cima de Pajares. Y Enric Mas se quedaba.
Pero el Cuitu Negru pide todo lo que puedan dar las piernas y las de Enric guardaban más que las de Roglic. El esloveno perdió de vista a Mas y se quedó solo con sus fuerzas. Los corredores subían de uno en uno. No hay manera de aguantar una rueda en esas pendientes.
Mas, Roglic, Carapaz, Landa, O’Connor. En ese orden fueron llegando los favoritos. El australiano mantiene el maillot rojo y la sonrisa. «Pensaba en hacer podio en una grande», confiesa que era su plan para esta temporada. Pero hay tres lugares y de momento ocupa el primero.
Por delante Castrillo y Vlasov habían jugado a otra cosa. A Castrillo le quedaron fuerzas para aguantar la compañía de Vlasov y para volver a arrancarle después. «Cuando he visto que llegaba Vlasov en ese descansillo y le he visto tan fastidiado como yo, he decidido probar desde abajo. Le he sacado unos metros y he dedido sufrir hasta arriba y he piodido conseguir una victoria», confesaba Castrillo.
La cara de Vlasov parecía pedir una tregua cuando se puso a la altura del ciclista español. Pero el corredor del Kern Pharma le ha cogido gusto a ganar y no tuvo clemencia. Nunca un equipo invitado había ganado dos etapas en la Vuelta a España. Pero Castrillo y Kern Pharma honran su presencia con su esfuerzo y con sus victorias. Era un día para que los favoritos se exhibieran, pero Castrillo tenía que cumplir su sueño. Su puto sueño.